Al entrar en el estudio de Abraham Lacalle (Almería, 1962), la primera sorpresa es una biblioteca acristalada. Allí, junto a los ejemplares de catálogos de otros artistas, lo habitual en un pintor que durante años ha practicado eso que denominamos metapintura, hay una enorme cantidad de obras literarias desgastadas por el uso: Foster Wallace, McCarthy, Foucault, Joyce, Bulgakov, Huxley, Pynchon… Efectivamente, el propio Lacalle confiesa que, entre las múltiples referencias que usa para idear sus pinturas, la literatura (pero también la ciencia y la filosofía) es de las importantes.