Para valorar el impacto de un fenómeno suele hacer falta la perspectiva que solo aporta el tiempo, pero los cuatro años que Alessandro Michele (Roma, 1972) lleva al frente de Gucci solo se pueden etiquetar de revolución. La casa, que había sido imagen del sexy más evidente y de la feminidad de cintura ajustada y tacón de aguja es hoy abanderada del individualismo y la intelectualización, de la fluidez de género y de la integración.