Más de 160.000 personas sufre parkinson en España, una cifra que convierte a este trastorno crónico, degenerativo e invalidante en la segunda enfermedad neurológica más frecuente, una patología que está muy estigmatizada, lo que genera muchos problemas para los afectados y sus familias.

Son algunas de las cifras y datos que se van a repetir hoy en el Día Mundial del Párkinson, enfermedad que se presenta de forma avanzada en el 10 por ciento de esas cerca de 160.000 personas que la sufren en el país.

El lema de este año es "El Día Mundial de muchas personas". La Organización Mundial de la Salud (OMS) decidió la celebración de este Día Mundial el 11 de abril de 1997, en conmemoración del nacimiento del doctor Jones Parkinson, quién describió por primera vez la enfermedad.

El parkinson se produce como consecuencia de la destrucción de las neuronas productoras de dopamina, fundamental en el control de los movimientos del cuerpo.

Desde su descripción se la consideró como una enfermedad puramente motora caracterizada por temblores, lentitud, rigidez y alteración de la marcha.

Sin embargo, se ha demostrado que presenta otros síntomas que repercuten en la calidad de vida del paciente de manera más importante, como depresión, apatía, alteración del sueño, estreñimiento, disfunciones en la tensión arterial, deterioro cognitivo, trastornos sensitivos o dolor.

Los primeros síntomas de la enfermedad, tal y como indica la neuróloga Amaia Gonzalez, pueden ser sutiles y se presentan gradualmente: dificultad para realizar movimientos, agarrotamiento, falta de olfato, estreñimiento, el carácter también puede variar en los primeros estadios apareciendo la apatía y el ánimo bajo.

Las personas afectadas pueden sentir temblores leves o dificultad para levantarse de una silla, e incluso pueden notar que hablan en voz muy baja y que su caligrafía empieza a cambiar y se vuelve pequeña e irregular.

"Este período temprano -explica la neuróloga- puede durar mucho tiempo antes de que aparezcan los síntomas clásicos de la enfermedad, como temblor, rigidez, lentitud, perdida de expresividad, inestabilidad y trastornos del sueño". En el 80 por ciento de los pacientes los síntomas comienzan en un solo lado del cuerpo, aunque luego se generalizan.

Según la especialista, los fármacos dopaminérgicos han conseguido aumentar el tiempo de supervivencia de 10 a 20 años y aproximar la tasa de mortalidad a la de la población general.

Además, el tratamiento puede ser también quirúrgico, aunque la cirugía está indicada en estadios moderados-avanzados o cuando el tratamiento farmacológico no logra controlar los síntomas del paciente durante todo el día. Esto se debe complementar con fisioterapia y terapias ocupacionales y del lenguaje y ejercicio.

Pero en la actualidad, no existe un tratamiento que cure la enfermedad, cuya última causa se desconoce, aunque todo apunta, según el investigador en patologías neurodegenerativas, Jaume Kulisevsky, a una combinación entre la predisposición genética y las causas ambientales (estilo de vida, exposición a determinados tóxicos o la alimentación).

Cuando esta enfermedad aparece en gente joven puede estar relacionada con gran probabilidad con causas genéticas, según este experto, director del instituto de investigación del Hospital de la Santa Creu i Sant Pau.

La mayoría de los casos se produce a partir de los 65 años, pero esta patología no es exclusiva de los mayores. El 30 % de los enfermos diagnosticados es menor de esa edad: el 15 % tiene entre 45 y 65 años y el otro 15 % tiene menos de 45.