Lo que empezó siendo una página de "fans" en Facebook, que hoy en día cuenta con casi 200.000 seguidores, se ha convertido en un libro, '#Postureo, la guía práctica', que reúne todas las variantes de esta forma de cinismo digital que, sin embargo, "ha existido siempre", dice la autora, Paula Sancho.

"Siempre nos ha gustado lucirnos, solo que ahora obtenemos mayor eco gracias a las redes sociales", explica Sancho a Efe Estilo sobre este comportamiento, que consiste, básicamente, en potenciar las hazañas y la faceta "happy" de nuestra vida, construyendo con todo ello un mundo ideal "que puede llegar a frustrarnos", dice.

Aunque no siempre se exhiben las bienaventuranzas; hay veces en las que también se expresa la soledad o la pena. En estos casos, explica Sancho, la persona "busca ser protagonista, y recibir de alguna forma la compasión y la solidaridad" de sus contactos.

El #postureo, un término moderno que, como etiqueta, se emplea 1.500 veces a la semana en Twitter, renombra el innato instinto humano por presumir de las propias virtudes, aunque ahora, con Facebook, el afán porque los demás vean "lo guays que somos" ha encontrado su vía de expresión perfecta: la Red, donde todo se vocea de una forma impúdica, sin secretos ni celo sobre la intimidad.

El libro #Postureo (Planeta) resulta de las experiencias de sus amigos y de ella misma con esta práctica de la que nadie se libra, porque "a todo el mundo" le gusta fardar de cara a la galería.

Así, los internautas más preocupados por parecer "cool" se fotografían disfrutando de un "sushi" o de un buen "gin tonic", ¿a que nunca lo hacen cuando comen lentejas o beben algo menos 'guay'?

Las legumbres no son tan fotogénicas como un bonito "cupcake" (la forma "trendy" de decir pastel), el postre que, junto a "donuts" y tartas de colores, da sabor a las entradas de cualquier bloguera que se precie. A eso, Sancho lo etiqueta -en el cosmos virtual todo se etiqueta- como #PostureoFoodies.

Hombres, mujeres, jóvenes y no tan jóvenes, urbanitas o habitantes del medio rural, nadie escapa al mágico influjo de recibir muchos "me gusta" al pie de una foto (con filtro) en la playa, "postureando" con un libro en la mano -a poder ser de altura literaria- o con los pies metidos en el agua (conocido #piestureo).

La diferencia, según el lugar de nacimiento, solo radica en el escenario, no en las ganas de gritar a los cuatro vientos lo felices que somos. "Los que viven en una ciudad se hacen fotos con sus cafés espumosos del 'Starbucks', y si están en un pueblo delante de la verbena, lo importante es que los demás lo vean", matiza.

Por supuesto, hay "postureos" estacionales, como fotografiar apuntes en época de exámenes u hojas caídas de los árboles en tiempo otoñal, por no hablar de las ensaladas y frutas a pie de playa, "cuando el resto del año nunca comes sano", ríe Sancho.

En Navidad, "veremos mucho brillo, platos de marisco y copas de champán", vaticina la autora de este libro, quien achaca el "postureo" "a la necesidad "de que nos envidien o alaben".

Los "selfies", esos autorretratos modernos que se han colado en Hollywood y especialmente en el mundillo artístico festivo, son la expresión más recurrente de "postureo", y su técnica bien conocida: ante el atisbo de un flash, hay que poner morritos, situar la melena a un lado y sonreír como si no hubiese un mañana.

Toda esta obsesión por condimentar la vida a base de hipérboles, eufemismos e instantáneas donde no se vislumbra ni un grano puede ser peligrosa.

¿De qué depende? "De nuestro sentido común", responde Paula Sancho; "no podemos construir una doble vida en la red, eso se llama autoengaño", añade esta valenciana, en la actualidad estudiante de Estudios Hispánicos.

El libro en el que ha recogido las prácticas más reconocibles del #postureo español lo ha ilustrado, con dibujos igual de gamberros e irónicos, la dibujante Elena Éper, responsable de ridiculizar gráficamente, sin mala intención, este mundo quimérico aderezado con Photoshop que Sancho define como un moderno "costumbrismo".