El uso continuado de dispositivos y de la tecnología puesta a nuestro alcance nos ha hecho dependientes, en cierta medida, de ella. Muchos usuarios han llegando incluso a desarrollar ansiedad, adicción o algún tipo de fobia debido al uso de móviles, videojuegos o a Internet. Síntomas y enfermedades provocados por un abuso, más que uso, como suele ocurrir en estos casos. Sin duda la tecnología ha abierto un campo de infinitas posibilidades, con infinitas ventajas para los consumidores pero también tiene sus peligros y hay que ser conscientes de ellos.

Los responsables somos nosotros, los que usamos todos esos aparatos que “crean adición”. No nos engañemos. Nadie nos obliga a pasar horas y horas embobados delante del móvil mirando Instagram en lugar de mantener una conversación con nuestra pareja -que probablemente esté haciendo lo propio-; nadie nos obliga a coger el móvil nada más levantarnos, a hacernos un selfi o a compartir con nuestros 'followers' a través de Twitter qué nos está pareciendo la gala de Gran Hermano.

Somos nosotros los que voluntariamente decidimos utilizar las herramientas puestas a nuestro alcance, los que muchas veces nos creamos ansiedad porque no hemos 'actualizado' nuestro Instagram o nuestro perfil de Twitter. Somos nosotros los responsables directos de ese estrés que genera la tecnología que tenemos a nuestro alrededor. Por eso es fundamental saber gestionar todo ello. La tecnología es solo una herramienta. Nosotros debemos hacer el resto.

¿Qué fobia padeces tú? En los últimos tiempos se le han dado nombre a varias fobias surgidas y relacionadas con la tecnología, pero otras ya llevan tiempo entre nosotros, tanto es así que algunas como la llamada 'tecnofobia', el rechazo a la tecnología, nació en los tiempos de la Revolución Industrial, con los primeros electrodomésticos, las primeras máquinas e inventos tecnológicos. Estos provocaban miedo y rechazo entre los ciudadanos y de ahí la palabreja y la fobia.

En los años ochenta surgió una variante de la tecnofobia: la ciberfobia, el miedo a los ordenadores. Estos fueron vistos por muchos como una clara amenaza para sus puestos de trabajo, como en su día lo fueron las primeras máquinas, y esto desató el miedo. El desconcierto, el desconocimiento a lo que pasará es lo que genera el miedo.

Pero superado ese miedo, hoy en día usamos -quizás por encima de nuestras posibilidades- los dispositivos móviles, los ordenadores e Internet a diario y casi de una forma continuada, desde que nos levantamos y hasta que nos acostamos. Muchos usamos la tecnología para trabajamos y llegamos a sentir incluso que no podríamos llegar a vivir sin ella.

¿Alguna vez te has preguntado cuántas veces al día miras el móvil? ¿Cuántas veces entras en Facebook o en WhatsApp? ¿Si estuvieses de camino al trabajo y te dieses cuenta de que te has dejado el móvil en casa volverías a por él? Quizás lo que te pasa es que tienes miedo a estar desconectado 'demasiado' tiempo, o lo que es lo mismo, padeces nomofobia, miedo a no tener el móvil cerca. En España hay estudios que indican que el 53 por ciento de las personas sufren algún grado de nomofobia. Muchos usuarios no pueden ir al baño sin él, tienen miedo a quedarse sin batería en cualquier momento y para ellos cualquier precaución es poca.

Con la nomofobia está relacionado la mofobia, el miedo a sentir que algo está pasando en Internet y 'me lo estoy perdiendo', de ahí que también exija a los usuarios una conexión casi constante a las redes sociales, al correo o a los servicios de mensajería como WhatsApp. Se podría decir que es como el miedo a perderse algo importante y no estar en el meollo.

Otra fobia que tiene que ver con la tecnología es la conocida como retterofobia: el miedo a escribir mal o a incluir faltas de ortografía. Los usuarios obsesionados con la escritura releen y reescriben sus mensajes mil y una vez si hace falta antes de publicarlos en las redes sociales.

Actualmente, las redes sociales se han convertido en el escudo de muchas personas tímidas, con otro tipo de fobias. En ellas se refugian, porque en Facebook, Instagram o Twitter no tienen que mostrarse necesariamente cómo son realmente. Pueden formarse una imagen de sí mismos, mentir y solo subir las fotos en las que todo a su alrededor es perfecto, donde todo tiene la luz perfecta, donde el desayuno siempre sale perfecto, donde siempre hay una playa perfecta y donde pueden presumir del viaje perfecto con la novia o el novio perfecto. Porque si la 'influencer' a la que siguen tiene todo eso, por qué ellos no. Fobias que no uno tiene, no que crea la tecnología. Hay que tenerlo claro.

También está el caso contrario. Las personas que tienen miedo a ser espiadas y por lo tanto no quieren usar las redes sociales. Consideran que estas son una vía más para que alguien pueda llegar hasta ellas. En muchos casos esta obsesión por permanecer ocultas puede llegar a convertirse en una paranoia, por lo que es importante tener cuidado y no despegarse de la realidad.

Las personas que son muy tímidas por teléfono y no son capaces de mantener una conversación si reciben una llamada padecen lo que se conoce como telefonofobia (miedo a hacer o recibir una llamada de teléfono). Con solo oír el sonido del móvil se ponen tan nerviosas que pueden entrar en pánico. Aunque tú quizás puede que te veas más identificado con la siguiente fobia: la selfifobia. Como habrás adivinado, es el miedo a hacerse un selfi. Esta moda de hacerse autofotos no es algo que le guste a todo el mundo, así que es algo muy común que cuando un amigo grita eso de “hagámonos un selfi” alguno o alguna se aparte o ponga cara de pocos amigos.

Si padeces esta fobia muy probablemente sentirás una sensación de agobio, incluso sudoración o ansiedad cuando te propongan hacer uno. Ten en cuenta que no es lo mismo que no te gusten las fotos o los selfis a padecer una fobia. Los motivos de la selfifobia pueden ser diferentes. Unos pueden sentir miedo a salir mal en las fotos, otros creen que los selfis les van a robar cierta intimidad porque el amigo en cuestión muy probablemente luego subirá esa foto a sus redes sociales, etc.

Fobias, fobias y más fobias. Cualquiera de ellas puede tratarse, pero está en nosotros el ponerle freno. La tecnología no es la culpable, es una herramienta. Nosotros somos los que debemos gestionar las obsesiones, los que tenemos que poner los límites, enfrentarnos a esos miedos, y pedir ayuda si hiciese fata.