La transhumanización se define como un movimiento intelectual que pretende mejorar las capacidades de la especie humana en todos los sentidos: físico, psíquico e intelectual. El camino para hacerlo es la aplicación de la eugenesia y de los nuevos avances tecnológicos. De este modo, se pretende eliminar el sufrimiento, la enfermedad y el envejecimiento de la condición humana, así como otros elementos indeseables, pretendiéndose incluso llegar a eliminar la propia muerte.

El objetivo de la transhumanización

Se basa en incrementar las capacidades del ser humano llegando a un estado ulterior en el que solo exista una especie superior a él. Las técnicas que se utilizan son fundamentalmente la ingeniería prenatal, la ingeniería genética, la biotecnología aplicada al cerebro humano y la nanotecnología.

En especial, es la eugenesia la que va de la mano de la transhumanización al estar unida a la idea de la mejora completa del hombre en todos sus sentidos, incluyendo sus capacidades cognitivas y sensoriales. El transhumanismo no solo se toma estos principios como una mera posibilidad, sino como una obligatoriedad moral, ya que sus aspectos culturales implican que finalmente se consiga una especie superior.

Sus orígenes y principales exponentes

El transhumanismo encuentra sus orígenes en un contraste entre el pensamiento clásico, en cuanto al deseo intrínseco en el ser humano de conseguir mayores y novedosas capacidades para el hombre, y el pensamiento moderno referido a la aplicación de las nuevas tecnologías, de acuerdo con Nick Bostrom, presidente de la Asociación Transhumanista Mundial.

Los pilares transhumanistas fundamentales son, desde sus orígenes, la confianza en el hombre como concepto en sí mismo, así como en la ciencia, como herramienta de potenciación de sus posibilidades y de sus funciones. Lo que en Estados Unidos comenzó a concebirse como «mentalidad futurista» mediante el desarrollo de la inteligencia artificial, ha acabado finalmente desarrollándose en un movimiento moderno transhumanista.

Además, esta concepción del hombre se basa en el empirismo más puro, eliminando toda posibilidad de la existencia de una realidad metafísica. Así, la especie humana se reduce a su propio funcionamiento, a un neurobiologismo funcionalista de perfectas conexiones neuronales, siempre mirado desde un punto de vista liberal y utilitarista. Muchos de sus más férreos defensores defienden que esta es la etapa final del homo sapiens, que recibirá el nombre de homo technologicus.

¿Estamos a un pie de la transhumanización?

La transhumanización tiene una de sus primeras expresiones en los fármacos que reduzcan el impacto negativo de las experiencias humanas y que controlen el bienestar emocional. El primer paso es el uso de píldoras de la personalidad que eliminen rasgos considerados como defectos sociales, como puede ser la timidez, y que incrementen la capacidad de relación y entendimiento de la especie.

También, se pretenden utilizar métodos biológicos que frenen el envejecimiento celular, transmitiendo la matriz sináptica del hombre a un soporte digital. La idea es perfeccionar al hombre con una combinación de su parte orgánica y de la inteligencia artificial. Igualmente, otra de sus expresiones más ambiciosas sería la crioconservación de pacientes enfermos o fallecidos para una futura reanimación.

Problemas bioéticos

El movimiento transhumanista no está exento de problemas éticos, a los cuales todavía no han dado muchas respuestas la mayoría de sus autores. En primer lugar, se encuentra el problema de la reducción del ser humano a sus conexiones neuronales, ya que la reducción materialista todavía no ha sido demostrada de forma satisfactoria.

Otros muchos grupos contrarios al transhumanismo expresan que el hecho de que el ser humano cada vez tenga unas capacidades psíquicas y físicas más desarrolladas no significa que vaya a ser más feliz. La respuesta a esta cuestión es realmente complicada. A medida que el ser humano ha ido avanzando a lo largo de la historia, muchos han sido los planteamientos sobre quién determina la perfección y el concepto de felicidad, que cada vez está más desvinculado del materialismo.

En cuanto a su carácter práctico, hay otras implicaciones que surgen contrarias al plan transhumanista. La más importante es la eliminación eugenésica de fetos con anomalías. La selección embrionaria es la consecuencia más latente de la nanotecnología neurológica y de la crioconservación, siendo una cuestión que siempre mantendrá a la sociedad dividida.

En definitiva, el transhumanismo puede observarse en la actualidad en el incremento del número de fármacos con el objeto de medicalizar situaciones que caracterizan a la existencia humana. No obstante, aunque su fin puede considerarse bueno, ya que su principio básico es la mejora de la vida del hombre a través de la ciencia, la medicina y, englobando todo ello, el proceso, este último objetivo no puede pretender ser alcanzado de cualquier forma.

Mientras la sociedad avanza hacia el alargamiento de la vida humana y hacia el tendente crecimiento de la anestesia emocional, el sentido de la dignidad humana y de la concepción trascendental del hombre va en decadencia, siendo rasgos que lo distinguen y lo hacen destacar. Si estamos cerca de la transhumanización, ¿está la humanidad cerca de su propio exterminio o aferrándose a la mano de un futuro utópico?