Es la vida que no se detiene, con negocios que abren sus puertas y vecinos y turistas a paso tranquilo, de fin de semana, por sus calles. Menos concurridas que antes de la erupción, pero con escenas cotidianas, de normalidad reconocible a tan solo 20 kilómetros del volcán. Un mundo diferente al este de la isla, en Santa Cruz, la capital de la isla de la Palma, que cambia en cuanto se cruza al otro lado, donde el tiempo parece detenerse. Tanto por aire como por tierra. Con desalojos que suman ya casi 3 semanas en algunos casos y una colada que ha arrasado viviendas, carreteras y otras construcciones. Con municipios cercanos que mantienen su vida con la normalidad diaria de la recogida de varios cubos llenos de ceniza volcánica.