Tenía 20 años cuando se perdió su rastro. Este 2 de febrero ha hecho diez años que viven sin él. En la mente de Amalia, de Andrés -sus padres- la última conversación que tuvieron con su hijo. Prometió tener contacto, no perderlo. "Vendré todos los domingos a comer". Arrancaba una nueva etapa. Se independizaba. Su nuevo hogar, a escasos 300 metros de la que siempre fue su casa. Metió algunas de sus cosas en una maleta. "Yo te llevo, así veo bien cómo está todo en el piso", dijo Andrés padre. Tres amigos esperaban su llegada. Dos días más tarde se apagó su teléfono. Desapareció.