Jubilado, activo, deportista, hombre de costumbres, amigo de sus amigos, y futbolero, seguidor del Alavés. Profundamente enamorado de Nieves, su mujer. Ella también de él. Su vida, tranquila: pasear, hacer ejercicio, viajar y disfrutar. Lo había ganado a pulso, tras años al frente de la ferretería del barrio, traspasó el negocio y se jubiló. El pasado 13 de diciembre salió a dar un paseo, como siempre. "¿Vas a ir a la vacuna?", le preguntó su hijo Íñigo. "Sí, luego iré", dijo, pero no llegó. Carteles de alerta, batidas, y una investigación que no avanza. Son tres meses buscando, nada lleva a él.