La derrota por cinco goles a cero en La Cerámica, además de dilatar la comprometida tesitura en la que se encuentra el Levante, fue la gota que colmó el vaso para que la paciencia de la afición se agotase definitivamente, en una temporada en la que la autoestima de los levantinistas ha sido pisoteada en numerosas ocasiones. Un grupo considerable de seguidores recibió al equipo en el Ciutat de València en su llegada de Vila-real para recriminar a los jugadores su falta de compromiso, actitud y sensibilidad hacia el escudo que representan. Un goteo de aficionados que empezó a dejarse ver por las instalaciones del estadio levantinista y a aumentar a partir de las 22:15 de la noche, al igual que los miembros de seguridad, que empezaron a subir de cantidad con el transcurso de los minutos. Pasadas las diez y media, el equipo granota llegó a Orriols al son de “jugadores mercenarios”, “Levante somos nosotros”, con comentarios de “así no” y con insultos hacia los integrantes de la plantilla.

La sensación entre los que se concentraron a las puertas de las oficinas fue de indignación máxima. Las formas de la derrota impulsaron, incluso a seguidores que estuvieron en el campo del Villarreal, a recriminar la situación a una plantilla en la que dieron la cara Alessio Lisci y los capitanes Roger Martí, Sergio Postigo y Coke Andújar, quien recibió numerosas críticas e increpaciones por su falta de rendimiento en el terreno de juego. Sin embargo, también salieron, aunque sin cámaras de por medio, Gonzalo Melero, Óscar Duarte, Rúben Vezo y miembros del cuerpo técnico, entre los que estaba un Pedro López que fue el más buscado, ya que, según los que se acercaron a él, vivió un Levante totalmente diferente al de la actualidad, sobre todo en cuanto a actitud. De hecho, algún integrante del equipo de trabajo de Alessio dejó a entender que lo que sucedió en el Ciutat de València, si la situación empeoraba, tarde o temprano ocurriría.

No obstante, el foco de concentración estuvo en los máximos representantes del primer equipo. Sergio Postigo, aunque los cuatro que estuvieron en primera fila hablaron con distintos grupos, fue quien llevó la voz cantante y lamentó no solo la imagen mostrada ante el Villarreal sino una racha de ocho meses y medio que llevan sin ganar. El central madrileño comentó que es una cuestión mental. Que sus compañeros trabajan bien durante la semana pero que, a la hora de la verdad, sienten nerviosismo y los errores de concentración les penalizan. No en vano, no sirvió de excusa para una afición molesta, decepcionada y crispada, donde sus argumentos fueron que los únicos que seguirán, en caso de descenso, son ellos y que no merecen que el equipo al que animan dé una imagen tan pobre. Además, alguno que otro quiso que saliera Róber Pier, ya que, según su testimonio, faltó el respeto a la afición que estuvo en Vila-real cuando subió al autobús de vuelta.

Después de una reunión improvisada que duró aproximadamente tres cuartos de hora, todos partieron hacia sus domicilios con el mensaje de los jugadores de que lucharán hasta el último segundo para dar la vuelta a la situación, que lo darán todo por quedarse en la élite del fútbol español. Sin embargo, la afición granota se marchó a casa poco aliviada, aunque aliviada tras transmitir su frustración tanto a los capitanes como a Alessio Lisci.