Ese cabezazo de Ricardo Costa pasados los 90 minutos revive las esperanzas de un Valencia que hasta ese momento estaba con pie y medio fuera de la final de Bucarest. Ese gol anima a ver una lectura positiva del partido disputado en el Calderón porque el 4-2 no es definitivo. Ese tanto aparca las críticas, alivia el mal partido del equipo y hace soñar porque la ilusión sigue viva pese a todo. Queda la magia de Mestalla.