Un día como hoy, jueves 24 de septiembre, ¿qué esperaría yo de un periódico deportivo que siente el valencianismo porque lo lleva en el corazón y al que le duele en el alma cada derrota? Si en vez de ser un periodista de pueblo que sale con una guitarra porque le gusta el rock —aunque muchos no lo entiendan— fuera un aficionado de la calle frente a un kiosco con un euro en la mano, ¿qué esperaría hoy del SUPER que acabo de comprar? Preguntado así, de repente, sin anestesia y después de un rápido repaso por el disco duro donde la neurona preguntona se muere de asco cara a la pared envuelta en una nebulosa que anuncia depresión, la primera respuesta sería algo parecido a esto: «Hoy me gustaría que cayeran ´yoyas´ de canto, como las que daba el tipo aquel de Gran Hermano».

Y no se crean que no he estado tentado de hacerlo, digo lo de escribir a saco, y que mañana salga el sol por donde le dé la gana, pero resulta que cuando uno está muy indignado y tiene ganas de vomitar sobre el teclado todo lo que la pesada de la neurona le repite machaconamente al oído una y otra vez, en esas situaciones, digo, conviene pararse a respirar un poco de aire aunque huela a humanidad, no sea que escriba cualquier burrada que pueda dar con mis huesos en el talego, que tengo mujer y dos hijas —sí, dos hijas. Lo de hacer niños ya lo tengo olvidado, dice mi mujer que «no aprofite»—.

Y eso hice ayer tras el indignante 3-1 que nos metió el Getafe, eché mano de la poca paciencia que me queda, trinqué el MP3, puse el nuevo disco de Fito y di un par de vueltas por la redacción del periódico en busca de cualquier gilipollez que inundara mi mente de ideas y salvara así al Valencia de una ´yoya´ histórica de la que me doy cuenta que les acabo de privar pero que en cualquier caso, ustedes, queridos lectores que me soportan cada día, pueden imaginarla de dimensiones descomunales, que para eso están las ´neuronas imaginonas´, para imaginar. Y ahí andaba yo sin encontrar nada interesante como alternativa a las ´yoyas de canto´ cuando de repente recibo un mensaje del colega Miguel Tatay —el de Xavi Cikuta no lo reproduzco—: «Villa falla en el área pequeña, a Miguel se le sale una bota y Gavilán la pasa sin bota, Casquero chuta tan mal que le da un pase a Manu que termina en gol... Resumen del partido. Qué fuerte nano...». Un genio el Tatay. ¡Ya sé qué tengo que escribir para no ir a la cárcel!, puedo decir que el Valencia perdió en Getafe por mala suerte. ¡Claro! Si el equipo ayer no ofreció ninguna solución táctica a lo que le planteaba el rival fue por mala suerte, no por culpa del entrenador. Es más, me estoy dando cuenta de que también es fruto de la mala suerte la falta de atención casi general en las jugadas a balón parado y la falta de circulación. Y sobre todo, estoy absolutamente convencido de que la alarmante falta de oficio y la patética y tragicómica inseguridad que demuestra este equipo, no se debe a que el entrenador no acierta con la tecla en cuestión, es, simplemente, un cúmulo de mala suerte que hace que hayamos encajado siete goles en cuatro partidos de Liga.

Lo mismo que la imagen de un equipo partido en dos, son las meigas gallegas, nada más... «Puedo escribir y no disimular, es la ventaja de irse haciendo viejo. No tengo nada para impresionar, ni por fuera ni por dentro...». A más de uno le ha salvado hoy Miguel Tatay... y Fito.