De pequeño jamás pensé que terminaría de periodista contando mis historias a la gente. De adolescente ni me planteaba estudiar algo que no tuviera que ver con las seis cuerdas; yo lo que quería era ser guitarrista de rock, como los Ramones y Barricada. Ya más mayor, un poco acomodado y sin otra perspectiva vital que dedicarme a esto del periodismo, los objetivos son algo más modestos; me conformo con disfrutar del día a día. Sobre todo si son como el de hoy. El día que el Valencia se juegue la vida y yo no tenga lagartijas en el estómago, dejo la profesión. Supongo que el duendecillo que guió mis designios hasta la profesión de ´arrejuntador de letras´ lo hizo pensando en citas como esta. No hace demasiado alguien me preguntó qué tiene que hacer el Valencia para eliminar al Chelsea y le dije que olvidar el pasado reciente y sobre todo, creer. Por eso creo que por mucho que crea Unai, para él es tarde, ha caído demasiadas veces como para que le quitemos el ´sambenito´ de que se la pega en los momentos importantes. Por eso y porque los que tienen que creer de una vez por todas son los jugadores. Son ellos quienes tienen una cita con la historia y los sentimientos. Es el día de la hazaña y la gloria, el día de la noche de que te hablé y del pecho que retumba maltrecho de emoción. Llegó la hora de que los trovadores de contenedor alimentemos nuestra épica de por vida y nos dejemos llevar si el alma nos lleva en busca de una historia que contar por siempre. Mientras tanto, tengo un plan; caminaré hasta que salga el sol y llegaré hasta mi corazón, a ver qué encuentro.

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