A los aficionados del Valencia les están gustando, en líneas generales, los primeros pasos que está dando el proyecto de Mateu Alemany y Marcelino. Antes que los primeros pasos hubo primeras palabras, que también fueron más o menos bien recibidas, sobre todo, porque de entre el discurso del director general aparece con frecuencia, y hasta con cierta vehemencia, el concepto de la exigencia. Y sobre ella quiere lanzar algunas reflexiones hoy.

Empezamos con una pregunta: ¿cómo se mide la exigencia de un club de fútbol? Y digo más, ¿cómo se mide el nivel de exigencia en general? El caso es que reflexionando sobre ese concepto con alguien que entiende, llegamos a una conclusión, la exigencia se mide en la manera en que sancionas aquello que consideras mal hecho. Un club es exigente si sanciona al futbolista que no cumple con su régimen interno y es inflexible en la aplicación de la norma, sin dobleces, es decir, si un jugador ha sido visto de juerga cuando debía estar durmiendo -o si un jugador se ha negado a jugar un partido aunque sea un amistoso de pretemporada- y el club lo sanciona duramente, está poniendo el listón de la exigencia alto. Si ese jugador no es sancionado ni pública ni internamente, no hay exigencia de hecho, por mucho que se hable de ella. Digamos que lo de la exigencia es como lo del amor, que no se dice, se demuestra; de poco vale que le digas todos los días a tu pareja que la quieres mucho si llegas todas las noches de madrugada, oliendo a pachuli y medio cocido.

Con el entrenador pasa lo mismo. Será más exigente cuanto más sancione al jugador que no hace lo que él le pide. En este sentido, entendamos como ´sanciones de un entrenador´ las decisiones deportivas que toma con respecto a los futbolistas, es decir, alienaciones, cambios, convocatorias? El entrenador exigente es aquel que te cambia si no estás bien, que no te pone si no lo das todo en el partido y en los entrenamientos, o que no te convoca si te relajas o te pasas del peso mínimo que pide. En definitiva, el que ´sanciona´ si no se hacen las cosas como él dice. Por otra parte, hay veces, que hasta es conveniente que el club se salte al entrenador y sea él como entidad quien sanciona al futbolista. Aunque parezca lo contario, es una manera de proteger y ayudar al entrenador a que implante en el grupo de futbolistas el concepto de exigencia. Si el club exige y el entrenador exige, y el grupo acepta esa manea de trabajar, el futbolista que no entra en ese juego, él mismo se sale del grupo. Y al contrario, el futbolista no habituado a ese nivel de exigencia, casi por inercia, termina asumiéndola.

Lo anterior tiene que ver con la teoría, pero luego viene la práctica, porque una cosa es saber los pasos a dar en una operación a corazón abierto y otra muy diferente salvar a un paciente operándolo a corazón abierto. O como lo del fontanero, que no te pide 50 euros por apretar un botón de la caldera estropeada en pleno invierno, te pide 50 euros por saber qué botón hay que apretar. No es lo mismo.

Todo esto lo digo porque el director general del Valencia, Mateu Alemany, habla de exigencia pero ya ha habido algún caso en que no la ha puesto en marcha. No se puede hablar de exigencia a los aficionados y después permitir que De La Morena ser burle de ellos sentado en el banquillo de Mestalla como si fuera el amo. Mateu, no se puede ser servil con los medios de comunicación que no respetan a los aficionados del Valencia. Una cosa es el error del periodista, y otra la burla. Alemany le regala los oídos al Diario As, y ese mismo periódico dice que Mangala está en el once de los peores fichajes de la temporada justo el día en que el Valencia está en Manchester reunido con el representante de Mangala para convencerlo de que se quede una temporada más. Y esto solo es un ejemplo.

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