El fútbol argentino está, otra vez podríamos decir, en un estado de ansiedad extrema. La verdad es que uno casi no recuerda momentos de tranquilidad ya que siempre, por un motivo u otro, nuestros hermanos del cono sur tienen problemas.

La liga, que debió empezar el viernes pasado, no lo hizo y no sé, ahora que escribo estas líneas, si el fin de semana podrá haber fútbol en Argentina. Parece que no, porque el presidente de Agremiados, la AFE de allá, Sergio Marchi, no acudió a una reunión con la administración, para intentar llevar a cabo un acuerdo.

Se trata, en este caso, de un problema económico de deudas con jugadores y Agremiados ha utilizado su fuerza para que el Estado libere dinero para pagar a los clubes por los derechos televisivos que, en un arranque de populismo (¿otra vez?) el gobierno Kichner, quiso dar en abierto, como «un bien necesario».

Los más de 20 millones de dólares que iba a poner sobre la mesa no han parecido suficientes o quizá hay un mar de fondo más profundo. Se está volviendo a hablar de que los operadores televisivos deberían volver y que no todo el fútbol puede darse en abierto.

Lo cierto es que la liga no ha comenzado y el poder está del lado de los jugadores, y los aficionados, barras bravas o no, pueden empezar a calentarse, lo que no conviene a la gobernabilidad del país. El fútbol mueve montañas y muchas más de las normales en Argentina.

Pero este no es sino uno de los problemas del fútbol de aquellos lares, porque por otro lado aún no hay Presidente de la AFA, la Asociación del Fútbol Argentino, la federación en una palabra. Y es que desde el resultado casi místico de empate a 38 en las últimas elecciones, no hay Presidente electo.

Sí, porque como ya escribí en esta columna, FIFA acudió al control de la AFA, tras petición de la CONMEBOL, la confederación sudamericana, y puso un órgano de control y un Presidente interino en julio de 2016, que va rigiendo el fútbol, pero que no tiene sino enemigos dentro del mismo...

Las elecciones de desempate, y no es un juego de palabras, deben celebrarse el 29 de marzo próximo, pero FIFA ha exigido que los candidatos sean validados por la CONMEBOL, máximo organismo en aquél sub-continente. Pero, no es lo que se ha hecho, sino que se ha puesto en manos del Colegio de Abogados de Buenos Aires.

Dentro del fútbol

No es que no me fie de los abogados, siendo yo uno de ellos, sino que la FIFA quiere que quede todo dentro del mundo del fútbol, y aunque su propio Presidente es también abogado, no quiere dejar en manos ajenas la validación de esos candidatos.

¿Y cuál es la consecuencia de todo esto? Pues ni más ni menos que la amenaza de FIFA de desafiliar o, al menos, de suspender la actividad de la AFA (ojo, con los próximos partidos de las eliminatorias del Mundial de Rusia a la vuelta de la esquina), si no se pliega a la reglamentación de FIFA.

Es decir que si no quieres caldo, toma dos tazas. La ‘huelga’ de los jugadores, el conflicto televisivo y ahora la problemática de las elecciones, con la espada de Damocles de FIFA que pende sobre la cabeza del fútbol argentino, hace que este sea un hervidero.

El poder argentino

Parece mentira, cuando es ahora la selección número uno del ranking, cuando tiene al mejor jugador del mundo (reconozcámoslo, aunque mi pobre padre decía que Di Stéfano no tendría rival nunca), y hasta el Papa es argentino, parece que los males endémicos del país más exportador de jugadores (en pelea con Brasil) no tienen fin.

Un fútbol como el argentino no puede estar siempre en una mascletá permanente (ahora que ya han empezado las pre-Fallas) constante y tiene que mirarse, aunque le duela, en las grandes ligas europeas, que han ido salvando obstáculos, siendo la española una prueba de que se pueden cambiar las cosas a mejor, incluso en el fútbol. ¿Para cuándo una Liga profesional en Argentina? Mientras se crea ésta, vean la película «Manchester frente al mar», que no es de fútbol aunque lo pueda parecer, pero nos pone los pies en el suelo y relativiza la importancia de ciertas cosas.

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