Fuera, como siempre, se preguntarán a qué viene tanta lágrima, elogio y homenaje. Si tanto queremos a Emery y tanta pena da que se marche, pues que lo renueven para una temporada más, dirán. Suerte que el propio Unai, en un último servicio, se adelantó y dijo que hace aproximadamente tres meses se dio cuenta de que su ciclo en el Valencia había acabado. Después de perder en Barcelona y quedarse fuera de la final de la Copa del Rey, la competición que más sueño le ha quitado en sus últimos meses como entrenador del VCF y que ha estado a punto de costarle un disgusto en la Liga. Se va por eso y también porque el Valencia necesita un cambio, Llorente otro entrenador que le aguante el ritmo, la afición y la prensa en general nuevos argumentos de qué hablar, pero las lágrimas de ambos en el palco de Mestalla fueron de verdad. Basta con repasar los momentos, las palabras, las miradas. Unai, fundamentalmente, estuvo cerca de derrumbarse cuando el discurso llevó su mente a aquellos momentos de mayor tensión, exigencia, sufrimiento, que siempre tuvieron el eje alrededor de su relación con el presidente. En todos los años que conocemos al implacable Llorente, pocas veces escuchamos su voz quebrarse así. Serán los años. Los viejos dicen que quien bien te quiere te hará llorar, y es verdad.

Graduado

Unai se ha exprimido

Emery ha vivido cuatro años en Valencia, más o menos el tiempo que lleva sacarse una carrera. No se va con matrícula de honor, es evidente.Ni era el mejor entrenador del mundo ni lo es ahora, pero aquí se ha graduado con buena nota. Casi todos esperábamos menos de él, pero ha peleado y se ha exprimido como pocos. Se le ve en la cara. Lo demás, queda atrás.

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