Había cierta confianza en que el efecto Prandelli serviría para estabilizar el rumbo del Valencia en lo deportivo y, a partir de ahí, afrontar el mercado de invierno con los ojos bien abiertos, pero con tranquilidad. Una vez más, y son muchas, los planes no han salido como se idearon en Singapur y la situación del equipo es bastante más preocupante de lo que se podía imaginar. De hecho, es difícil caer tan abajo en la clasificación por muy mal que se puedan haber hecho las cosas. Es con diferencia la peor temporada en la historia del Valencia CF y un momento delicado porque la urgencia puede llevar a cometer más errores que ya no tendrían solución. Hay dos partidos por delante, uno de Liga y uno de Copa, y después una profunda reflexión antes de abrirse al mercado. Esa reflexión no es fácil, pero se puede simplificar bastante si decimos que el propietario, que es quien nos ha metido en esto, es a la vez el problema y la solución. El aficionado esperaba mucho pero hoy por hoy ya espera de él poco o nada. Ahí tiene la mejor oportunidad que se le va a presentar y quizá la última para cambiar el rumbo de esta historia. La del Valencia CF.

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