Año tras año, los aficionados del Benfica debe acostumbrarse a perder jugadores importantes, sustituidos después por otros tan buenos o incluso mejores. Enzo Pérez es uno de esos casos. De esa estirpe que ahora los aficionados llorarán, uno de esos jugadores de raza que dejan huella, su aroma en el campo y a los que se añora. Ahora€ porque no siempre fue así. Contratado desde Estudiantes en el verano de 2011, Enzo vino a Lisboa con fama de extremo derecho desequilibrante. En Da Luz lo fue pocas veces y después de lesionarse de gravedad en la rodilla derecha regresó a La Plata. De Argentina volvió regenerado y con la difícil tarea de hacer olvidar a Witsel -vendido al Zenit de San Petersburgo- y no tardó en hacerlo. Cabeza levantada, raza para dar y vender y un extenso radio de acción lo han convertido en uno de los mejores medios de Portugal en las dos últimas temporadas y, por arrastre, también del panorama europeo. Los brasileños suelen llamar a este tipo de futbolista ´cargador de piano´, pero Enzo no sólo arrastra el piano. También sabe tocarlo con maestría y así podrán verlo muy pronto los aficionados del Valencia en el campo de Mestalla. La importancia del argentino en la plantilla del Benfica es (era) tal que Jorge Jesus más de una vez lo ha escogido como su «entrenador en el campo». Y eso lo dice todo.

El progreso de los jugadores en Da Luz ha sido siempre una constante y el joven Rodrigo Machado fue otro de los que dejarán buenos recuerdos. Explosivo, por momentos eléctrico, aquí pasó por altibajos, pero fue también una pieza esencial en una época de ensueño en la que el Benfica ganó todo lo que se podía ganar en Portugal. Los dos, Enzo y Rodrigo, se transformaron con su fútbol en lujos sólo posibles para otros clubes con una mejor economía y a los seguidores del Benfica sólo les queda decirles, «adiós y gracias»