Ganará el Mundial o no en Cheste, pero Rossi perdió ayer en Sepang mucho más que un título, el respeto de miles de aficionados en todo el mundo que ayer se sintieron decepcionados por una violenta acción que entra ya en la historia negra del motociclismo y del deporte. Una vergonzosa y peligrosa patada a Márquez que solo es equiparable a lo vergonzoso de una sanción que le permite sumar 16 puntos en Malasia y estar también en la parrilla de salida del Gran Premio de la Comunitat Valenciana.

Quitarle solo tres puntos del carné es para tomárselo a chiste e incluso para pensar en otros intereses que no son los meramente deportivos de cara a una última carrera que ahora romperá récords de audiencias y que se habría quedado sin su gran aliciente de no estar Rossi en la parrilla. El propio Valentino, que al más puro estilo Mourinho utilizó la rueda de prensa para intentar condicionar a Márquez con surrealistas teorías conspiratorias y pegó la espantada en la rueda de prensa oficial posterior a la carrera quizá para ganar tiempo para hilvanar un discurso, amenaza ahora con no correr en Cheste, poniéndose el traje de víctima a pesar de ser el verdugo.

Quería que le dejaran solo en la pelea con Lorenzo como si el resto de pilotos no tuvieran derecho a competir, pero como predijo Lorenzo, con Marc le salió el tiro por la culata, porque lejos de apartarse atemorizado por la presión que le había puesto sobre sus espaldas, le plantó cara y peleó como si se jugara el título. ¿No tenía derecho?

Da por perdido el Mundial para quitarse presión, pero lo cierto es que la presión le ha superado. Para muchos, ayer acabó un mito. Él lo ha querido así. Su carrera tendrá siempre esta mancha imborrable.

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