Sé que a veces, sobre todo de buena mañana, puedo resultar un tanto animal -circunstancia que, como fiel amante de las fieras, en muchas ocasiones más bondadosas y coherentes que unos tantos humanos, tampoco es que me importe demasiado-. Pero esta vez quiero disculparme por ello, pedirles perdón por el uso de metáforas bélicas en estas entrañables fechas para describir al caótico Valencia CF, que como uno de esos regalos que reparte el gordo de rojo y la barba blanca incluye en el pack, por el mismo precio, a su indulgente entorno mediático. La aparición de escaramuzas internas y continuos ataques de celos entre los encargados en València de reflotar la empresa tras el hundimiento vivido en 2016 sigue alimentándose con la presencia del propietario en una galaxia muy, muy, lejana.

Guerras de niños

En el Valencia CF lo absurdo ha alcanzado un grado absoluto, hasta tal punto que algunas noches al irme a dormir el miedo recorre mi cuerpo pensando que un día al genio de Santiago Segura se le va a ocurrir, con todo esto, rodar una película como hizo en 1998 con Torrente y el decadente Atlético de Madrid de Jesús Gil como mar de fondo. Si bien las guerras entre los subalternos de Peter Lim no son más que un juego de niños con pistolas de agua -la última por los fichajes de invierno con la aparición de un intermediario vinculado a Prandelli-, sí producen efectos dañinos tanto en el funcionamiento del Valencia como en la imagen que el club exporta. Y la culpa la tiene el que lo decide todo, Lim. El máximo accionista pasa por un largo proceso de desencantamiento, pero al mismo tiempo apenas cede a los profesionales la gestión de las decisiones deportivas que podrían cambiar el curso de las cosas.

Atrapados con Lim

El Valencia se encuentra encerrado en su particular día de la marmota, el 1 de julio de 2015. En 1993 Bill Murray protagonizó ´Atrapado en el tiempo´, película en la que el personaje principal vivía en la angustia de despertarse cada mañana en la misma fecha del calendario, el 2 de febrero: cuando en Norteamérica se festeja el fin del invierno conforme a la creencia popular que lo relaciona con los días en que las marmotas dejan de hibernar. Como en el clásico de la comedia, en el club de Mestalla los errores se repiten, desesperadamente, a diario y en círculo. Nada ha cambiado desde aquel 1 de julio en el que se hizo efectiva la destrucción de la estructura futbolística y conocedora de la realidad valencianista que formaban Salvo y Rufete en beneficio de las pretensiones de Nuno. Es decir, del propio Lim y su consejero predilecto, Jorge Mendes. Todos volvimos a verlo claramente cuando deprisa y corriendo -ahí el error y no en la valía de los jugadores- creyeron solucionar el agujero de la defensa improvisando con la cartera del agente, con Garay y Mangala.

La frase de Layhoon

Aquel 1 de julio de 2015 un servidor le preguntó a la presidenta el porqué de aquel estúpido cambio en una empresa que había terminado el ejercicio clasificada para la Champions. Para la mayoría la respuesta se perdió entre el clima de crispación que se vivía y una traducción sesgada. Sin embargo, una reproducción fiel de la contestación de Layhoon permite entender perfectamente cómo ha funcionado el club desde entonces hasta hoy: «Hemos hablado las decisiones. Peter (Lim) sabe de fútbol, conoce el fútbol. Tú sabes, mejor que yo, que en fútbol todo el mundo es experto. Al final el dueño mostró sus preferencias y tomó su decisión». ¿Cómo va uno a delegar en profesionales si se cree un experto de la materia?

Revolución o huida

El experto desencadenó un plan de fichajes con el que el Valencia se ha convertido más en un criadero de futbolistas que en un equipo competitivo identificado con sus gentes. Pese a cumplirse casi un año con García Pitarch ocupando el cargo de director deportivo, las prioridades de mercado no han variado. El míster, agobiado por los resultados, lanzó un órdago al ser preguntado por otro proyecto de jugador, Maksimovic, reclamando que los refuerzos de enero vengan con la mili hecha. Escúchele, señor Lim, pero no lo haga para salir del paso y en verano volver a las andadas. Ahora que ha agotado la fe en usted, cambie, salga del día de la marmota, o deje el negocio antes de arruinarlo.

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