Si esta eliminatoria entre el Valencia y el Deportivo de la Coruña ya venía caliente por los precedentes entre ambos equipos, y por las polémicas decisiones tomadas en rondas pasadas, Velasco Carballo tardó ayer tan solo tres minutos en volver a encender la hoguera anulando un claro gol legal a Carlos Marchena. A la salida de un córner, el balón queda suelto en el punto de penalti, Maduro dispara a bocajarro pero su golpeo sale demasiado centrado, y Manu puede despejar, con la mala suerte para él de que el balón golpea en Marchena y acaba dentro. Hasta ahí, todo normal, si no fuese porque el colegiado Velasco Carballo, ayudado por su juez de línea, decide no dar validez al tanto por un supuesto fuera de juego de Marchena en el momento del golpeo de Maduro. Posteriormente, la repetición deja bien claro que la posición del sevillano es claramente legal, y que, por tanto, el gol debía haber subido al marcador, y el Valencia debía haber ido mandando en el marcador desde el minuto tres, con lo que ello conlleva en cuanto a que el Deportivo debería haber avanzado sus líneas para empatar el encuentro y dejar más espacios al ataque blanquinegro.

Pero lo más grave es que esto no es la primera vez que ocurre, y más en el estadio de Mestalla. De las últimas cuatro ediciones de la Copa del Rey, el Valencia a ganado una (2008), ha sido eliminado justamente por el Getafe (2007), y ha sido injustamente eliminado por el Depor (2006) y el Sevilla (2009), debido a errores arbitrales de una magnitud espectacular. Unos errores que han costado al Valencia estar fuera de la pelea por un título inmerecidamente en dos de los últimos cuatro años, y que, salvo remontada en A Coruña, pueden volver a dejarle fuera de la Copa.

Y lo peor es que árbitros como Megía Dávila (el del monedazo) o Undiano Mallenco (concedió un gol en fuera de juego de 3 metros a Adriano) no tuvieron ningún tipo de represalia por parte ni del comité de árbitros ni de la federación española a pesar del grave y obvio perjuicio que causaron a los intereses del Valencia. La historia se repite, cambian los protagonistas, pero casualmente, no la dirección de los errores.