Desde hace algún tiempo, el Valencia no encuentra su remedio en Banega. El argentino, que había liderado al equipo en el último tercio de la temporada y que incluso abonó su buena dinámica con goles durante el verano, terminó por extraviarse. Esgrimió su versión más espesa y el Valencia, al compás de sus botas, perdió cuatro encuentros seguidos y a punto estuvo de prender la falla. En el minuto 48, con el equipo volteado, «protestó de forma ostensible» una decisión del árbitro, según el acta. Era la quinta, la próxima jornada cumplirá ciclo de sanción „el primer valencianista de la temporada„, y ocho minutos después Djukic convino retirarlo y dar entrada a Parejo en su posición.

El centrocampista de Coslada dirigirá, presumiblemente, el alocado tráfico del Valencia ante el Almería el miércoles. Parejo lo tiene todo por demostrar. Con Valverde, la temporada pasada, alcanzó cotas de productividad todavía insospechadas durante seis meses que sirvieron a gusto de muchos, para validar sus cualidades, pero no de forma definitiva. Desde la llegada de Djukic lo suyo es salir desde el banquillo para convertir su partido en un ejercicio de oficio, supervivencia y dignidad. Una reválida cada semana para un metrónomo segundón. El ritmo preciso de sus pases se complace en las rotaciones de Europa League.

Mientras, el Valencia, atornillado peligrosamente a Banega, termina resolviendo el jeroglífico por otras vías. Cuando lo hace, porque ayer, ni por las bravas. El ´10´ perdió 11 balones en 56 minutos, una frecuencia destructiva. La temporada pasada fulminó las reticencias de la afición a golpe de recitales, jugaba de una manera que encandilaba. Pero desde que comenzó la presente, contruye casi con alevosía un balance desalentador. Djukic, un devoto de su calidad „Éver es un superdotado„, lo pone con entusiasmo casi religioso, pero el Valencia ya no juega a ritmo de tango.

Hace tiempo que dejó de asomar a la mediapunta y se enquistó como un jugador estéril y horizontal como los del futbolín. Ante el Villarreal libró un duelo entre correr y pensar; terminó extraviado. A fuerza de tomar precauciones anudando el juego en torno a él, el Valencia y Djukic se abocan a asumir un riesgo máximo. Valverde se llevó consigo el juego geométrico, los solistas no combinaron bien ayer en la orquesta de Djukic.