El Valencia de altos vuelos quedó difuminado en la paleta de grises sobre el césped de Balaídos. Ante la ausencia de Gayà, un futbolista al que prefirió sentar en el banquillo ante el Madrid, Nuno Espírito Santo sintió ayer la necesidad de cambiar de arriba a abajo la disposición táctica del equipo. El conjunto valencianista quedó irreconocible en el tránsito desde el sistema 5-3-2 al 4-4-2, perdió la identidad y el equilibrio que el portugués decía haber encontrado en el primero de los dos esquemas y resucitó a un equipo que enlazaba seis partidos sin ganar. Vuelta a las andadas. Lejos de resolver el boquete que escarba la baja de Gayà, el técnico multiplicó el problema de forma exponencial ante el Celta. Con tres centrocampistas de primera clase, el Valencia no tuvo el control del balón. Con tres delanteros de postín, no fue capaz de protagonizar ocasiones de peligro. El Valencia sufrió un enredo táctico y sucumbió en Balaídos.

El conjunto de Nuno rozó la negligencia en un partido en el que florecieron a toda fuerza los síntomas desalentadores del partido de Copa frente al Espanyol. Lejos de la vigorosa comparecencia que tumbó al Madrid hace tan solo una semana, el Valencia destiló el caos prácticamente desde el inicio del encucentro. El equipo se sostenía al principio en detalles puntuales de futbolistas que distinguió el encuentro casi por goteo y, por momentos, encontró solución a sus carencias en la figura de Rodrigo. El delantero exhibió un voltaje especial, salió enchufadísimo en su primera visita a Balaídos, el estadio en el que siempre soñó jugar, y anotó un gol con sabor a reivindicación.

Un gesto de rebeldía que le sirvió al Valencia, tanto como la estirada de Diego Alves, que desbarató el lanzamiento desde los once metros de Orellana y ya suma 14 penaltis detenidos en la Liga. Sin embargo, a medida que fue avanzando el partido, se evidenció cada vez más el cortocircuito general.

El equipo acusó la transformación táctica, perdió sus automatismos y el rival atacó sus puntos flacos a partir de la entrada de Nolito, tenaz en el ataque. Espeso entre líneas y sin soluciones a partir de la línea de tres cuartos, el Valencia cambió el 4-4-2 por el 4-3-3, Alcácer se posicionó solo en la izquierda y descubrió un vacío tremendo en la banda. El delantero no se reconocía tan lejos de su hábitat, el área, y Orban, que fue de lo más destacado en la zaga, comenzó a sufrir sobremanera con Orellana y Hugo Mallo, que aprovecharon para crear situaciones de superioridad. El Valencia se fue diluyendo y le faltó intensidad. La entrada de De Paul deslizó un dibujo mucho más natural, incluso entró Javi Fuego para lanzar a Enzo y André Gomes, pero ya era demasiado tarde. El equipo no vio la luz y terminó dando las gracias por el empate.