Cuando el domingo pasado Guinea Ecuatorial logró su histórico pase a los cuartos de final de la Copa de África, la gran mayoría de medios de comunicación destacaban la contribución explosiva de «Edu», autor del segundo tanto del encuentro ante Gabón. El mencionado «Edu», que desde que comenzó el torneo maravilla por su velocidad, descaro y juventud a los comentaristas de medio mundo, probablemente no se daría por aludido si alguien probara a llamarle de ese mismo modo un día por la calle. Y es que ese no es verdaderamente su nombre, ni siquiera su primer apellido. Se trata del segundo, el que define sus raíces ecuatoguineanas y el que llevará siempre que se enfunde la camiseta del Nzalang Nacional por norma de la federación. Allí, en solo tres semanas se ha convertido en uno de los iconos de la selección anfitriona y ya es una de las sensaciones más jóvenes de la competición. El nuevo príncipe de África se llama Iban Salvador, nació en l´Hospitalet hace diecinueve años y juega en el Valencia Mestalla.

Titular en las dos primeras jornadas, el seleccionador Esteban Becker optó por reservarlo en la tercera para para el segundo tiempo y le concedió un rol clave como revulsivo. Iban estaba llamado a desbordar la defensa de Gabón, salió dispuesto a matar el partido y en los minutos finales certificó la clasificación de su selección con un gol que mantuvo en vilo durante algunos instantes a toda su nación. Tras una buena triangulación, el atacante valencianista remachó a la red un disparo picado. Gol y fiesta nacional. Instantes después, los jugadores y dirigentes del combinado de Guinea Ecuatorial cantaban eufóricos en el vestuario «estamos en cuartos» y «que pase el siguiente» como el que festeja la conquista de un título. Mientras tanto, él bebía agua y refrescos de cola sin parar con tal de tratar de quitarse de encima lo antes posible el control anti-dopaje y unirse a la celebración. Le costó lo suyo, pero llegó. A la llegada al hotel fue recibido con champán.

Este sábado le espera Túnez, un equipo experimentado, duro y con facilidad para tocar el balón. Muy similar a Argelia aunque, eso sí, con jugadores de menor nivel. A partir de ahora, los futbolistas de Guinea Ecuatorial son conscientes de que están ante un reto todavía más difícil que el anterior pero en un partido todo es posible. Y sobre todo, si tienen a su favor el factor cancha. La gente está con ellos, llenan estadios en cada encuentro y después del pitido final hay más de 300 aficionados en la puerta esperando a que salgan con un cometido: poder tocarlos y sacarse una fotografía con ellos. Una locura. Y es que a pesar de que la gran mayoría de jugadores del Nzalang Nacional eran auténticos desconocidos para el común de la afición antes de que se produjese el inicio de la Copa de África, el fútbol allí se vive con tanta fiebre que la gente está totalmente volcada con los futbolistas y les han concedido trato de auténticas estrellas del Rock&Roll, más después de superar la fase de grupos, algo que solo había sucedido en la edición disputada en 2012. Si no encajan un gol en contra, los anfitriones saben que tienen grandes posibilidades de pasar de ronda.

Experiencia de competición

Su abuelo nació en Guinea Ecuatorial pero él no había estado allí hasta que los responsables de la selección centroafricana requirieron su presencia para afrontar un desafío al que llegaban de rebote por albergar la competición. Desde su llegada, Iban Salvador está viviendo una experiencia de competición que probablemente lo redefinirá como futbolista. En África, el fútbol se trabaja mucho menos tácticamente y se estudia menos al rival que en España, pero ya sabe cómo agradece la grada los gestos de brillantez técnica. La afición local celebra como un gol cada vez que Iban y sus compañeros tiran un caño, una ruleta o una bicicleta para desequilibrar a un contrario.