Artritis reumatoide
Hablamos con el Dr. Juan José Lerma Garrido, Jefe Unidad Reumatología Hospital Quirónsalud Valencia y Centro Médico Quirónsalud Mercado de Colón.
La tiroides es una glándula ubicada en la región anterior del cuello, por debajo de la laringe. Se encarga de la producción de las hormonas tiroideas, las cuales regulan el metabolismo global de nuestro cuerpo. Esto implica a casi todos los órganos y afecta a múltiples funciones como el ritmo cardíaco, el crecimiento, el peso, la digestión o incluso el estado de ánimo.
Las enfermedades tiroideas más frecuentes son el hipotiroidismo, el hipertiroidismo, las tiroiditis y el bocio; este último implica un aumento en el tamaño de la glándula y puede ser difuso o a expensas de la formación de nódulos.
Existen múltiples factores implicados en el desarrollo de las patologías tiroideas, entre los que se incluyen factores ambientales como el déficit de yodo, factores genéticos o de autoinmunidad. Los trastornos tiroideos son hasta 10 veces más frecuentes en las mujeres, lo cual podría guardar relación, entre otras cosas, con los cambios hormonales que se producen en ellas a lo largo de la vida.
Los nódulos tiroideos en ocasiones pueden ser percibidos por el propio paciente, tanto visualmente como mediante la palpación de un bulto en la zona anterior del cuello. Si la glándula se encuentra muy aumentada de tamaño, como sucede en algunos casos de bocio multinodular, podríamos llegar a experimentar dificultad para tragar, para respirar o disfonía permanente.
Los síntomas que podrían hacernos sospechar un hipotiroidismo serían fundamentalmente cansancio, ganancia de peso no justificada por otros motivos, sequedad de la piel, estreñimiento, embotamiento mental o depresión.
En el caso del hipertiroidismo nos encontraríamos con unos síntomas totalmente opuestos, principalmente palpitaciones, sudoración excesiva, intolerancia al calor, temblor de manos, nerviosismo, diarrea o pérdida de peso.
Tanto el híper como el hipotiroidismo pueden ocasionar alteraciones menstruales en la mujer, a mayores de todos los síntomas descritos previamente. Cabe destacar además el embarazo como situación especial en la que cobra especial importancia la enfermedad tiroidea. Es muy frecuente la aparición o la detección de alteraciones de la función tiroidea durante el embarazo o en las analíticas que se realizan al principio del mismo. Se requiere un tratamiento más estricto y un control más exhaustivo de esta patología durante el embarazo ya que, de no ser así, podría aumentar el riesgo de abortos u otras complicaciones en la gestación.
Quizás el hipotiroidismo sea la patología tiroidea que más consecuencias emocionales puede implicar cuando todavía no se ha establecido el tratamiento o este no está bien ajustado. El propio hipotiroidismo puede condicionar un estado de ánimo más deprimido, y la ganancia de peso que puede producirse a causa de este trastorno puede llegar a ocasionar importantes problemas de autoestima en los pacientes.
En general no existen unas recomendaciones específicas más allá del consumo de sal yodada o sin yodo en caso de un hipo o hipertiroidismo respectivamente. Lo más importante es llevar un control médico adecuado con las revisiones oportunas para ajustar el tratamiento según cada caso.
El tratamiento es fundamentalmente farmacológico y depende de cada caso.
En el hipotiroidismo, se trata de aportar en forma de pastillas la hormona tiroidea que nuestra tiroides no produce de manera suficiente, por lo que pautaremos levotiroxina, calculando la dosis por peso del paciente y ajustándola posteriormente en función de los controles analíticos. Se trata de un tratamiento que el paciente deberá mantener de por vida.
En el hipertiroidismo, el primer escalón terapéutico serían los fármacos antitiroideos, que se encargan de inhibir la sobreproducción de hormona tiroidea por parte de nuestra glándula. En el hipertiroidismo autoinmune, es necesario mantener el tratamiento entre 12 y 18 meses y posteriormente reevaluar; si la carga autoinmune ha disminuido, se puede intentar suspender el tratamiento, aunque siempre teniendo en cuenta que es una enfermedad con una alta tasa de recidiva. Otra opción terapéutica sería la administración de yodo radiactivo que es absorbido por el tejido tiroideo hiperfuncionante provocando inflamación y necrosis del mismo; se trata de un tratamiento más definitivo, aunque con el riesgo de sufrir un hipotiroidismo secundario. La tercera opción, en casos de difícil control y recurrencia con tratamiento médico y/o contraindicaciones para el tratamiento con yodo, puede acabar recurriéndose a la extirpación de la glándula.
En cuanto al bocio, será necesario caracterizar bien los nódulos mediante ecografía, de manera que podamos decidir si es necesaria la realización de una citología, la cirugía o simplemente vigilancia periódica con ecografías.
Respecto a la patología tiroidea, existen unas guías internacionales de manejo y tratamiento de cada trastorno que no han experimentado demasiados cambios en los últimos años. Se siguen empleando los mismos fármacos para el hipo y el hipertiroidismo así como los mismos criterios de actuación frente a los nódulos tiroideos.
No obstante, están creciendo las corrientes que abogan por modificaciones nutricionales como la supresión del gluten en pacientes con enfermedad tiroidea autoinmune, dado que la celiaquía es también un trastorno autoinmune que puede coexistir con esta patología y hay pequeños estudios en los que se alega que ésta podría llegar a mejorar retirando el gluten de la dieta. Por el momento, todavía es necesaria la realización de estudios que arrojen base científica sobre este tema.
Hablamos con el Dr. Juan José Lerma Garrido, Jefe Unidad Reumatología Hospital Quirónsalud Valencia y Centro Médico Quirónsalud Mercado de Colón.
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