Un inicio de Liga muy diferente al de la temporada pasada ha bastado en Valencia para declarar el estado de felicidad. Una victoria sin alardes, pero sin grandes apuros, ante la Unión Deportiva y un empate con muchos matices, que analizaremos, en Madrid, han abierto un claro en las nubes y cambiado el ánimo de una afición que no gana para disgustos y de un mundo mediático que carece de memoria alguna. El responsable de todo esto parece ser Marcelino y el ideólogo detrás de tanto éxito el ahora sacralizado Mateu Alemany. Y sin embargo€

Y sin embargo se olvida que, por ejemplo, hace unos pocos meses el Valencia tumbó al Madrid en Mestalla. Lo hizo ante un Madrid más necesitado de puntos que el de hace diez días, en plena forma y con Ramos, Cristiano y un árbitro más que amigo en el campo. Eso fue en febrero. En abril, con el Madrid jugándose la Liga y a tumba abierta, solo una genialidad de Marcelo consiguió derribar la enérgica respuesta valencianista. Benzema dispuso de más ocasiones ante Neto el otro día de las que creó el Madrid la temporada pasada en los dos partidos disputados, Cristiano mediante. Y la victoria en la primera jornada se produjo por la mínima ante un equipo al que, siete días más tarde, el Atlético le clavó cinco sin despeinarse en Gran Canaria. Sigamos.

El Valencia en Madrid apenas presentó mejoras respecto a lo que vimos la temporada pasada. El apenas, en este caso, quizás habría que ponerlo entre mayúscula pues lleva el nombre de Kondogbia. Un tremendo futbolista que sin duda cambia el panorama, paupérrimo desde que Albelda comenzó su declive, en el once albinegro. Pero, del resto, bastante más espuma que sustancia. Que Parejo y Soler son buenos ya lo sabíamos. Bueno, algunos parecen darse cuenta ahora en el caso del primero, del que destacan que corra con Marcelino 11 kilómetros por partido, cuando lleva siendo el tío que más corre en el equipo desde que por aquí pasó Valverde. De preocupante habría que calificar la situación si pensamos que este nuevo Valencia se viene a construir desde la solidez defensiva y en el Bernabéu concedió al rival un sinfín de ocasiones clarísimas de gol, que no acabaron entrando porque no estaba Cristiano y porque la suerte también cuenta. Igual que el árbitro, que de haber habido algo más en juego no me cabe duda habría tenido el silbato más afilado en alguna acción dudosa en el área valencianista.

Por lo demás, salvo alguna incursión de Lato, bien poca cosa. Más bien al contrario. Empezando por Neto, un portero que, de momento, suscita un océano de dudas. No dejó una sola acción de mérito, regaló el segundo del Madrid y ofreció un recital de manos de mantequilla. Está, para que nos entendamos, mucho más cerca de Renan que de Cañizares y en el banquillo ya no están ni Ryan ni Alves. Tan mala impresión dejó en algunos lances que solo nos queda esperar que todo eso no sea más que fruto de los nervios. Y continuando por los centrales, que le dejaron una autopista a Asensio para hacer el primero -con un portero como Neto lo que hay que hacer es evitar el disparo a toda costa, amigos míos- y luego se empeñaron una y otra vez en que Benzema estrenara el casillero. Este Murillo, que triunfó en el Granada al parecer, llegó a lanzarse al suelo en un centro desde su derecha para que el balón le pasara por encima y fuese rematado a dos metros de la portería por el francés. Hizo un partido impropio de un central del Valencia y sin embargo uno tiene que leer que ya tenemos al nuevo Otamendi. Otra vez de vuelta a las andadas, como cuando llegó Mario Suárez y alguien dijo que al león madrileño lo ponían de ejemplo de mediocentro en la escuela de entrenadores de la Federación Española de Fútbol. Pues sí, así está la Federación.

Eso por no hablar de lo arriba. Ningún proyecto serio de reconstrucción puede ser creíble con Rodrigo como titular. En el Bernabéu demostró que, además de incapaz en el orden ofensivo resulta un auténtico peligro para sus compañeros cuando baja a defender y comete faltas tan absurdas como la que le hizo a Kovacic -lo debió confundir con Messi- en la acción que precedió al gol. Si, como está sucediendo, Zaza no acaba de coger la forma, ¿quién va a marcar aquí los goles? ¿Los centrocampistas jornada tras jornada? ¿Rodrigo? ¿O estos dos imberbes que se han mendigado por Europa y que ni Mourinho ni Emery querían ver ni en pintura? De esos ya tuvimos a Munir y vimos el resultado que arrojó el marroquí: hoy en el Alavés y el año que viene en tercera división.

Alguien me tendrá que explicar esas enormes diferencias entre este Valencia y el de Voro más allá de Kondogbia porque yo sigo sin verlas, a la espera de que se incorpore Gabriel, que junto a Garay puede formar una buena pareja de centrales. Todo lo cual tiene su lógica, pues la temporada acaba de empezar y Marcelino aún no ha tenido tiempo de poner su sello. Ni para bien ni para mal. Habrá que otorgarle un tiempo de gracia en la crítica pero intentar ver ya que ahí ya hay un equipo es una milonga de esas que nos han vendido en el club año tras año desde hace una década.

Y sobre la planificación deportiva, alardes los mínimos. El único fichaje a la altura de un club con ciertas expectativas -el propietario actual vino prometiendo competir en Champions- es Kondogbia. Y todavía tendrá que demostrar que está aquí para sumar porque el Bernabéu es un lugar muy goloso para debutar. El resto son medianías que no sirven para clubes con aspiraciones parecidas a las del Valencia. De modo que la única buena noticia es no volver a ver a Santos y Pérez. Porque lo de Suárez fue, tuvo que serlo, una simple pesadilla veraniega. La misma que, en la forma de Neto clavado en el centro de la portería como si fuera un portero de futbolín y Asensio celebrando el gol de falta, me ha perseguido esta última semana. Será el calor.