En una de las plazas más complicadas del campeonato dejó el Valencia su tarjeta de visita después de llevarse con toda justicia tres puntos de esos que te hacen creer. Fue mejor en el mejor encuentro de la jornada, un duelo sin claro dominador, de poder a poder. Dos estilos de fútbol bien distintos: control del balón y buen toque arriba por parte de los locales. Aguantar atrás y salir al contragolpe las órdenes de los visitantes. Y en esa faceta dio el Valencia un recital. Tres goles en sendos contraataques de manual que dieron brillo a un ejercicio coral muy meritorio, que una vez más demostró que al fútbol se puede jugar bien de mil maneras.

Trazo fino

El partido respondió a las expectativas en el trazo grueso. La Real salió a dominar. El Valencia a defender y esperar su oportunidad. Pero en los detalles nada siguió la pauta establecida. En primer lugar porque por mucho que los locales tuvieran el balón, el control del juego fue casi siempre visitante. Menos dubitativo que Neto bajo palos, tuvo trabajo Doménech, pero más consecuencia de errores de sus compañeros o de disparos lejanos que de un verdadero asedio donostiarra. En el otro lado, en cambio, uno sabía que podía suceder cualquier cosa. No son los de Eusebio un conjunto fácil de zarandear y anoche nunca se sintió a salvo. Como sorprendente resultase que el Valencia funcionase mejor en estampida que en defensa. Paulista primero y Garay después a punto estuvieron de echar por la borda el esfuerzo colectivo. Lo del brasileño soltando la marca en un saque de esquina fue un borrón en un partido excelso. En el caso del argentino, la falta de tensión en el segundo empate realista fue la misma que en otras ocasiones le venimos reprochando. Pero más importante que eso fue que el Valencia descubrió su nuevo yo, la versión parecida a la de antaño, con futbolistas que por fin encajan en el papel.

Genios a la contra

No haríamos justicia al análisis sin hablar de Guedes. El portugués tuvo una noche redonda galopando al contraataque. Él le regaló el primero a Rodrigo, que puso también su granito de arena en una de sus mejores actuaciones en mucho tiempo, y fue también el portugués quien se echó el equipo a la espalda para rematar al rival con el tiempo casi cumplido. Zaza, por mucho que a más de uno se le saltase un latido en el corazón, remachó a la red. Se vio fino al italiano, más rápido, preciso en los pases, hasta genial en la floritura. No hay mejor noticia que la recuperación de la mejor versión de Zaza, un nueve de tronío. En esa máquina de contraatacar que ayer fue el Valencia todo funcionó. Parejo la ponía al espacio y Soler corría como el caballo del Cid tomando una plaza mora. El chico no para de crecer cuando ya es un gigante. Acumula todo lo que hace grande a un futbolista en su posición: técnica, visión, inteligencia y, lo que hoy marca la diferencia, un físico portentoso. Aquello era San Sebastián y el chaval parecía más vasco que los de allí.

Los laterales

Jornada redonda, por tanto, para Marcelino, al que le salieron bien casi todas las apuestas. El margen de mejora, todavía posible, debe llegar por los laterales. Vidal tiene todavía que hacerse a la categoría y, aunque marcase un gol tras una jugada espléndida de Soler, no parece todavía alternativa a Montoya. Gayà, por su parte, sigue en caída libre. Fue con diferencia el más flojo de su equipo y continúa siendo incapaz de poner un solo centro aprovechable. Lato llama a la puerta y debería encontrarla abierta de par en par. De Willian José, que la temporada pasada se pasó este mismo encuentro frotándose los ojos por las facilidades que encontraba, nada se supo. Este es otro Valencia.