¿Siente que su salida del fútbol profesional ha sido por la puerta de atrás?

—Quizás me hubiese gustado salir habiendo jugado un poco más, sobre todo la temporada pasada, pero no creo que me haya marchado del fútbol en activo por la puerta de atrás. He tenido la posibilidad de haber ido a otro sitio, pero me considero levantinista de corazón, por eso agradezco la posibilidad que se me ha brindado de seguir vinculado al club. Me ilusiona comenzar esta nueva etapa, que ya veremos dónde me lleva.

—¿Cuál va ser su nueva función dentro del Levante?

—La cabeza visible es Quico como presidente, el ´jefe´ como directivo deportivo es Manolo Salvador y luego hay distintas ramificaciones como Iñaki (Aizpurúa), que está directamente con el primer equipo, David Salavert, que está centrado en la gente de escuela, de cantera, y ahora yo, que seré lo que Manolo Salvador quiera: ver partidos, ver jugadores, ocuparme de los porteros de la escuela, ayudar al proyecto del centro de tecnificación de porteros… estar al servicio de mi club e intentar plasmar mi experiencia tras tanto tiempo dedicado a lo mismo. No me gusta ser ´rata de despacho´.

—Esta nueva función no le vino de nuevas.

—A lo largo de mi carrera, sobre todo en estos últimos años, uno intenta prepararse para el después. Tengo el primer nivel de entrenador y quiero sacarme hasta nacional. La temporada pasada estuve en el curso de director deportivo y la anterior en el de entrenador de porteros.

—Seguro que en la rueda de prensa de despedida le habría gustado mandar algún agradecimiento.

—Fue un momento bonito. No esperaba que todos mis compañeros estuviesen en la sala de prensa. Verla llena por ellos, y que te den una ovación es síntoma de que algo bueno habré hecho. La relación de vestuario es excelente y se vio corroborada con ese hecho. Desde ese momento, con los aplausos, se me vino todo abajo porque han sido muchos recuerdos. De ahí que no me salieran las palabras.

—¿Cómo es su relación con Manolo Salvador y Quico Catalán?

—Muy buena.

—Ahora ya no tendrá de ´jefe´ directo a Luis García.

—Luis García es un empleado del club como soy yo. Siempre hay que llegar al equilibrio perfecto entre todos para llegar a cualquier tipo de acuerdo.

—¿Ha sido Pepe Martínez Puig quién más le ha ayudado en los momentos duros de esta segunda etapa en el Levante?

—Pepe ha sido más que una persona de confianza, es uno de los mejores entrenadores de porteros de mi carrera, por no decir el mejor, es un tío que va de cara, que cuando te tiene que decir lo bueno o lo malo no se corta ni un pelo. Y en cuanto a profesional no lo tengo que descubrir, ahí está la labor que está realizando con los porteros del Levante. En mi carrera hay que darle un apartado con letras de oro porque ha sido muy importante para mí.

—¿Y qué apartado le da a Luis García?

—A Pepe lo conozco de mucho tiempo. Con él aprendes muchísimo ya sea con 32, 33, 34 años, son lecciones constantes. Los porteros tenemos una relación especial. Formamos un grupo de 3 o 4 y entre nosotros hay muy buen rollo, y eso está fomentado por Pepe. También me marcó mucho durante mi trayectoria deportiva en el Levante Manolo Preciado, como persona, como director de grupo… porque luego del fútbol puedes saber más o menos, pero el entrenador debe ser un buen psicólogo ya que somos 25 personas, cada uno de su padre y de su madre, con sus problemas.

—Pero sigue sin hacer una mención a Luis García.

—Es un entrenador que ha conseguido el ascenso, de los menos esperados por el tema de presupuesto. Es un técnico que trabaja muy bien la estrategia… y ya veremos lo que pasa este año. Ojalá tenga muchos éxitos en Primera División porque su éxito es el de todos. Estamos todos en el mismo barco.

—¿Se arrepiente de algo durante su paso por el Levante?

—Cada uno debe seguir una línea. He intentado hacer todo lo mejor posible, siempre de cara, apoyando en los momentos complicados que durante una temporada pasan y ayudando a los que quizás tengan menos experiencia. En el mundo del fútbol ser partícipe de una plantilla es más que jugar o ser convocado.

—¿Cuántas veces ha buscado el porqué de su ostracismo durante la pasada temporada?

—Tienes que entrenar fuerte para estar a disposición del entrenador y poder jugar. Todo el mundo que no tiene minutos se lo pregunta. No es bueno llegar a una situación de acomodo, no sería de profesional. Es evidente que cuando uno no juega, no está a gusto.

—De la primera estancia a la segunda en Orriols va un mundo.

—Sí. El primer año de la segunda etapa también tuve la mala fortuna de lesionarme con una microrrotura de abductor en el último partido de pretemporada en Elche, luego me puse bien, jugué en Alicante, participé en trece o catorce partidos y me lesioné. Fue una lástima el tema de la rodilla; a partir de ahí no volví a jugar.

—Incluso hasta la temporada pasada tuvo un pequeño rifirrafe con un aficionado en el partido ante el Alavés cuando antes era uno de los más aclamados.

—Cuando salí me dijo que me fuera al Valencia. Lo único que le contesté es que soy levantinista y si me marché al Valencia fue porque Villarroel en ese momento me echó.