En medio de la tormenta que vive el Madrid, con Florentino cuestionado, Casillas pitado y dos derrotas consecutivas, la llegada de un rival como el Basilea resultó balsámica. Algo, todo sea dicho, habitual en los inicios de la Champions. Y eso que los suizos, pese a su inferioridad, fueron capaces de marcar un gol, de adueñarse del balón en la segunda mitad y hasta de poner al denostado Casillas en serios aprietos. Tres goles en siete minutos empezando por el de Nacho Fernández, casi en propia meta, decidieron el choque.

Sin embargo, muy lejos de aprovecharse de las circunstancias para convencer a su parroquia, el Madrid se dejó llevar. Sus miserias quedaron una vez más al descubierto, con fallos y pérdidas en la medular y en defensa y un bajón físico genera del que ante un contrario de más entidad se habría lamentado. Pero el Basilea, al que le llegaron a escamotear para más inri un posible penalti, no estaba para trotes.

Que no está el horno para bollos se evidencia cada vez que toca el balón Casillas, reducido a una atracción de feria. El capitán, al que Ancelotti mantiene de titular, no estuvo esta vez implicado en el gol e incluso salvó algún otro, pero los silbidos hacia su persona son ya tónica general en el Bernabéu. También hay aplausos, cierto, pero los pitos suenan más y parecen mayoría. Lo sabe él, lo sabe el club y, desde Milán, los escuchará también Diego. Eso sí, Iker no es el único que parece un enemigo en su propia casa. A Benzema tampoco le pasan ya una.

Si algo no se le discute al Madrid es la pegada. Y aún menos ante defensas tan blandas. Bale, Cristiano y James cabalgaron libres por los pasillos de los suizos, que cuando se quisieron dar cuenta ya habían encajado cuatro goles antes de llegar al descanso. Con metros por delante para correr, el Madrid no perdona. Cosa distinta pasa atrás, donde Ancelotti hizo cambios y aun así no encontró el equilibrio que busca. En un ejemplo de dejadez, González, libre de marca, se escurrió y chutó ajustado al palo para que a Casillas le volviera a caer el chaparrón. Carnaza para sus críticos, que por contra pasaron por alto la parada con la que en el minuto 67 el Basilea estuvo a punto de repetir. Varane cedió mal hacia atrás y dejó sólo a González en el mano a mano, salvado esta vez sí por Iker. Alivio también para Ancelotti, sabedor de que o cambia el panorama o tendrá que envainarse su decisión para alinear a Keylor, el preferido de las encuentas que se hacen en Madrid para ser el portero de un equipo que necesita a un mesías bajo los palos.