Pako es consciente de su estrecho margen de error. Lo asume, carga con el peso y trabaja. Mucho. En Holanda no paró. Nadie le podrá decir, si las cosas no funcionan, que no fue por trabajo. Y por fe. La tiene toda. Cree en lo que muchos -algún futbolista incluido- no creen a día de hoy. Y ese es su gran valor. Las aguas bajan revueltas en el vestuario. Por ahora, ganan la incertidumbre y los egos al equipo. Al lado del hotel de Horst había un lago natural. Con agua amarillenta. Nada aconsejable. Prohibitiva. Había ganas, pero nadie se atrevió a bañarse hasta que una mañana, bien temprano, vieron dando brazadas a Ayestaran. De orilla a orilla, demostrando que hasta en los escenarios más difíciles, como el que vive ahora el VCF, se puede ser ambicioso. La misión de Pako es crear un equipo que nade a su lado.