Tres partidos sin Albelda en esta etapa Valverde, tres derrotas. Rayo Vallecano, Bernabéu y Madrid en Mestalla. En esas tres ocasiones el Valencia se ha presentando como un equipo menos equilibrado, peor dibujado, más vulnerable. La comparecencia de ayer fue el súmmum de la incapacidad, el apocalipsis. En busca de una figura capaz de gobernar la nave, Valverde concedió el timón al trío argentino: Tino, Éver y Fernando. Por potencial y complementariedad, el mejor centro del campo posible según un sector de la crítica. La decisión tuvo consecuencias catastróficas. Hubo naufragio. Por su naturaleza, por su personalidad o por su momento de forma ninguno estuvo a la altura de lo que se espera de un jugador del Valencia. Especialmente dolorosa fue la comparecencia de Gago. Frustrante como referencia creativa, temeroso como salvavidas. Al fichaje destinado a interpretar la partitura del seis en Mestalla „cinco en Argentina„ por delante de la defensa le falta fuerza. Ya ha quedado demostrado otras veces que el ex de Boca no vale como capitán, ayer confirmó que tampoco sirve como timonel. Por si no fuera suficiente, su estatus de estrella le incapacita como soldado raso. Ejercer de Albelda le viene grande. Muy grande.

Gago se ha quedado en intento de guía. Ahí están las estadísticas de sus 45 minutos: un robo de balón, cinco despejes, cuatro pérdidas y una tarjeta amarilla. Frío, lento, inconsistente. Ineficaz en el corte y neutro en la confección. Cuando el equipo se recompuso sin su presencia tras el descanso, la mezcla fue más presentable. Gago se quedó en el vestuario para dar entrada a Barragán y Valverde comenzó a enmendar las consecuencias „terribles„ de sus dos primeras decisiones equivocadas desde que asumió la dirección técnica. El Txingurri lo reconoció después en sala de prensa: Se coló en el planteamiento. Víctor Ruiz ocupó la posición de pivote defensivo y Ricardo Costa pasó del lateral al centro de la defensa; para entonces ya se había resquebrajado ante Cristiano. La elección de las piezas no fue adecuada. En ese sentido, Gago es tan culpable como víctima. Después de más de un mes parado, era obvio que el argentino no tenía el ritmo mínimo para navegar en un choque de alto voltaje. Otra cuestión fue su falta de prestancia. Su cometido era dominar la salida del juego y se escondió. Por ejemplo, Parejo sí fue capaz de asumir esa responsabilidad ante el Sevilla y en el Bernabéu hace cuatro días. Su cometido era proteger a la defensa y no tuvo autoridad. Él era el encargado de socorrer a los laterales y respirar sobre la nuca de Mesut Özil. El talento alemán jugó a sus anchas. Tino y Banega tampoco le ayudaron a frenar las acometidas del Real Madrid. Cero coberturas. Devastadores al galope cuando encuentran espacios, la zona ancha fue un prado para las arrancadas de Higuaín, Di María, Khedira o Cristiano. Gago siempre estuvo superado y demasiado sólo. El primer gol partió de un contragolpe que debió frenar Banega. El Valencia sabía que no debía dejar correr al Madrid, pero no pudo frenarlo. La línea a seguir estaba marcada: en el Bernabéu se hicieron cosas buenas y malas, pero ayer no aparecieron las virtudes y los defectos se intensificaron. Demasiadas pérdidas y ningún control. El Valencia no pudo dar más de tres pases seguidos en los 45 minutos que duró el partido. Eso facilitó la labor de los lanzadores blancos. Se encajaron cuatro goles al contragolpe y pudieron ser tres más de no haber sido por la falta de puntería de Higuaín y del acierto de Diego Alves ante un Sami Khedira cuyas zancadas ayer recordaron a las carreras del mejor Kakà del Milan. El cúmulo de desaciertos y de frustraciones fueron desaciendo al Valencia como un azucarillo. Nada funcionó. La presión y la agresividad en la recuperación „marca registrada en el Valencia de Valverde„ no obtuvieron rendimiento. Siempre se llegaba un instante tarde. La falta de pujanza a la hora de morder aumentó la sensación de vulnerabilidad y la impotencia para sujetar, obstaculizar o detener a la guerra de ataques relampagos y emboscadas `planteadas con éxito por Mou.

Reaparece el mejor Madrid

Se dieron dos situaciones: una mala puesta en escena por parte del Valencia y la reaparición del mejor Madrid de Mourinho. Cuando eso sucede, cuando Özil, Xabi Alonso, Di María o Cristiano rompen a jugar no hay cuerpo que lo resista, ni siquiera el Barça. Batido en la Supercopa, conviene recordar. Rifirrafe, vestuario podrido y falta de fútbol, pero Mou puso a los mejores, puso a Casillas y se desempolvaron los valores del Madrid campeón de la temporada pasada. Ante tanto ruido y agravio arbitral, el Madrid respondió con fútbol. Eso es lo que ahora debe ocupar al Valencia.