Dispuesto a regalar un último guiño, la ‘magia en el pase’ todavía tiene ánimo para el circo del fútbol. Se siente un privilegiado, disfruta de la felicidad y la ocasiona. Juan Carlos Valerón carga en el lomo cuarenta tacos y medio millar de historias, pero en plena vejez disfruta de un sueño cumplido: competir en Primera División con el equipo de su infancia, la Unión Deportiva Las Palmas. El ‘Flaco’ vuelve a Mestalla el sábado, quien sabe si por última vez. ¿La retirada? «En junio, ya veremos», bromeó en los prolegómenos de la visita al Bernabéu, hace precisamente 21 días. Su número. Un dorsal que en el imaginario de muchos aficionados se ha transformado en equivalente al 10. Andrea Pirlo, Zinedine Zidane o Luis Enrique lo han portado. En el Valencia CF lo han lucido Pablo Aimar o Dani Parejo. El último es André Gomes. En la cadena hay una figura imprescindible cuyas raices se abren camino hasta Arguineguín, precisamente el pueblo canario donde nació Valerón y que David Jiménez Silva se encargó de registrar en el GPS de los valencianistas. El fútbol tiene este tipo de suertes: una pequeña localidad costera que ha producido a dos de los mejores futbolistas de la historia del balompié español. Silva terminó formándose en la Ciudad Deportiva de Paterna. Nunca olvidó sus principios. Su primer ídolo, su cromo favorito siempre fue Valerón.

El ‘Flaco’ transpira el atractivo de leyenda viva que está a un paso de cruzar al otro lado del umbral. Por eso cada reportaje o entrevista rezuma el aroma del último homenaje. Por eso es aplaudido en cada estadio. Al final del partido en el Camp Nou, André Iniesta no pudo dejar escapar la ocasión para intercambiar camisetas. El jugador del Barça es admirador confeso de Valerón… y viceversa. Sus formas se enfrentan como en uno de esos espejos que alarga la figura. Flacos en talla, grandes en talento, enormes como hombres. Valerón es un tipo querido por naturalidad, campechanía y buen humor. Pillarle enfadado es tan díficil como encontrar una expulsión en su trayectoria. Cuenta la leyenda que ha ido a la calle una vez contra el Real Madrid Castilla.

Un jugón de 184 centímetros

Valerón empezó a jugar al fútbol por pura imitación, jugaba a ser como sus hermanos mayores. Miguel Ángel llegó a portal el cartel de aspirante a crack, hasta que las lesiones cortaron su camino. La escuela, la calle, la playa. Su físico leve —delgadito, escaso de altura, lento— llegó a poner su carrera en riesgo. Sin embargo, se abrió camino por puro arte. Así, desarrolló la velocidad mental y los mecanismos de defensa de un niño destinado a no pasar del 1,70 hasta que la naturaleza le brindó el último estirón. Con 18 años, Valerón era un jugón de 184 centímetros.

Valdano y la "derrota útil"

La primera vez que piso Mestalla, Valerón tenía 21 años. Fue con Las Palmas, en la célebre eliminatoria copera (1996/97) que terminó con el Valencia de Jorge Valdano fuera de combate. Paquito y Orlando igualaron el doblete de Leandro en el Insular y el cruce terminó en los penaltis, Valerón marcó el primero de la tanda. Hizo un partidazo.

Figura en Segunda División. La temporada siguiente llegó al Mallorca de Héctor Cúper, donde alcanzó la final de Copa del Rey. Elegante, inteligente… no era explosivo y tampoco aportaba gol, pero era capaz de trazar líneas de pase imposibles. Tras un año, ya estaba en el Atlético. En el Atlético sufrió la presión de un grande que se desmoronaba. Era joven y no había tiempo para apuestas. En dos temporadas pasó por Arrigo Sacchi, Claudio Ranieri o Radomir Antic. Perdió otra final de Copa —ante el Valencia— y terminó encontró la oportunidad del Depor.

Mito en el Depor

En el Deportivo encontró el entorno perfecto para explotar. El salto a Riazor le llegó en el momento perfecto, por madurez y juego. Recogido por Irureta, convertido en ídolo por su afición, Valerón entró en la historia por noches como la del ‘Centenariazo’ (la final de Copa ganada al Madrid de los ‘Galacticos’ en el Bernabéu), el primer triunfo de un equipo español en el Olímpico de Múnich ante el Bayern, la remontada ante el Milan de Cafú, Nesta, Maldini, Gattuso, Seedorf, Pirlo o Kaká y la semifinales de Champions truncada ante el Oporto de Mourinho. En A Coruña vivió momentos enormes y también terribles en forma de graves lesiones. También dos descensos… El primero (2010/11), a cargo del Valencia en la última jornada. Tras despedirse de la gente de Riazor, sintió que —con 38 años— todavía tenía un reto por abordar, una ilusión: volver a Las Palmas para saldar una deuda. Cuando se fue del Insular, dejó un ascenso pendiente. En el primer intentó, la gloria se esfumó tras la triste invasión de campo ante el Córdoba. La temporada pasada no falló. Ahora, disfruta y sueña con la permanencia.