El Valencia de Ayestaran sigue sin tomar la fuerza mínima para sumar puntos y competir con fiabilidad. San Mamés era una prueba determinante por el escenario, el Athletic y Ernesto Valverde. Exigente y fronterizo en muchos aspectos, la derrota empequeñeció al máximo a los protagonistas del lado valencianista.

Lejos de progresar y corregir los errores, el equipo dio un paso atrás fulminante. El retrato marcó todos y cada uno de los defectos estructurales del grupo, en defensa y en ataque. En ese «todo» que pretende Pako, el suspenso para el cuerpo técnico y los jugadores es absoluto. Pese a cobrar ventaja rápida en el marcador y en un contexto favorable, el equipo que reivindica la acción como arma de fuego terminó deborado por los Leones, que se hicieron con el dominio a través de la pelota de forma arrolladora, aunque igualara el marcador en una acción a balón parado, cuestión que Ayestaran trabajó el viernes con poco éxito; algo falla cuando el marcador de Aduriz es Medrán (no especialista con seis centímetros de altura menos). Si habían unos pocos focos verdes a los que agarrarse, todos fueron segados en San Mamés.

Después de una semana de catársis tras la derrota ante el Betis, la mejora no existió y eso incapacita cualquier posible vía de crecimiento. El Valencia repitió los mismos errores y el diagnóstico es tremendo. No es una cuestión nueva, la tendencia (negativa), heredada de la temporada pasada, no sólo no se ha frenado sino que se ha potenciado. Ayestaran y García Pitarch están advertidos desde la pretemporada, mal gastada. Armadura débil, línea de liderazgos artificial y errores de planificación claros en tiempo y forma a razón de las carencias en posiciones determinantes: portero, central, mediocentro, organizador y goleador. Todo agravado por la incapacidad del cuerpo técnico para exprimir al máximo las virtudes de la plantilla.

Personalidad por consolidar

Cuando el Valencia se encuentra un adversario más físico y más agresivo, se diluye. Aduriz, Raúl García y Beñat dominaron el partido por personalidad y madurez. No hay jugadores así en la plantilla y no es una cuestión de DNI. Nani, Enzo, Parejo, Mario Suárez, Alves... No son ese tipo de jugador. Ya se sabía. Tampoco hay ayuda desde el banquillo. El equipo reclamaba un entrenador-líder que no tiene.

Idea de fútbol contracultural

Un sector de la crítica reclama un cambio de filosofía que es imposible por una cuestión de principios. Asunto diferente es moderar o corregir la idea, situación que no se ha producido. Pako también tiene difícil jugar a otra cosa por la propia naturaleza de la plantilla; la baja de Enzo Pérez para San Mamés fue clave, porque una mayoría no tiene la mentalidad defensiva necesaria para resistir y sufrir sin balón, quedó claro con el 0-1 ante el Athletic. Nani, Mina, Rodrigo, Munir, todos los hombres que actúan por fuera son delanteros. Defender por acumulación no es garantía de resultados. Para cambiar de idea, hay que cambiar de entrenador. Su modelo -contracultural respecto al Valencia «bronco y copero»- ya se conocía en mayo.

Los laterales, 'vendidos'

El problema son los conceptos, mezclados con errores de interpretación y de atención. El Valencia tiene muchos problemas en el repliegue, la transición ataque-defensa. Tiene carencias para recuperar el balón y las situaciones de superioridad se multiplican por fuera por la ausencia de ayudas, del interior y, sobre todo, del extremo de esa zona. Así, los partidos son muy difíciles para Gayà, Montoya o Cancelo, obligados a frenar al extremo y al lateral de su banda. A parir de ahí, obvio que ha faltado contundencia en las dos áreas. El juego de toque ha producido una falsa sensación de buen juego y dominio. Diez goles encajados en cuatro jornadas son muchos (Las Palmas, Eibar, Betis, Athletic), ocho jornadas consecutivas sin dejar la portería a cero, también.

No contiene y tampoco crea

El centro del campo fue un drama ante el Betis y la fotografía se repitió ante el Athletic. Mario Suárez no está preparado para sostener al Valencia. Hay demasiados espacios y el equipo se parte porque no se ataca en bloque y tampoco se defiende en bloque. Las líneas están poco empastadas y eso genera los desequilibrios que se sienten en defensa; por eso todos los rivales llegan cómodos. La salida de balón tampoco cuadra. Por eso, el Valencia es tan sensible a la presión alta del rival. Eso genera pérdidas en la zona de gestación, cerca del área propia, en zona de alto riesgo, como se vio en el segundo gol de Aduriz. Tres rivales actuaron sobre Parejo y el balón quedó para Beñat, que lanzó a Aduriz. La recuperación rápida del adversario siempre pilla al Valencia saliendo y así, el repliegue en deficitario. Así, las perdidas de balón se sucedieron.

Presión-organización

El ataque empieza por la defensa y la defensa... no empieza en el ataque. Ese circuito no fluye porque el pressing del Valencia es tímido e inconstante. El Valencia no presiona bien y ahí nace la desorganización general. Nada que ver con la guerrilla del Athletic, con dos y tres futbolistas trabajando sobre el poseedor del balón. El equipo no está junto para defender y tampoco para atacar. Hay un principio, pero demasiado tierno. Mina y Rodrigo o Mina no son extremos, son delanteros que juegan en banda. La presión es el organizador más potente del fútbol, puede ser alta, media o baja, pero hay que interpretarlo como orquesta y el Valencia desafina.