La de Chimo y Laura es una de esas historias que conforman el valencianismo en su esenciavalencianismo . Probablemente se trate del matrimonio que más cosas ha vivido en Mestalla, entre ambos superan de calle los más de cien años de abonados y eso les da una perspectiva única. Él tiene 82 años y ella 78. Llevan toda una vida juntos y con el Valencia como elemento fundamental en sus vidas. Ante sus ojos han pasado cantidad de protagonistas, las han vivido de todos los colores pero el sentimiento se mantiene incólumne al paso del tiempo y a las decepciones. Los ecos de los éxitos resuenan como el primer día en el interior de sus cabezas. Con motivo del 98 aniverario que cumple hoy el Valencia, fundado un 18 de marzo de 1919, SUPER visita a este matrimonio, quizá la mejor metáfora de un sentimiento profundo e inquebrantable. Chimo nos recibe con su chaleco valencianista y lo primero que exhibe como garantía de militancia es su abono, donde uno comprueba que está ni más ni menos que ante el socio número 12 del Valencia. "Yo sé que ya soy el once porque se ha muerto uno que tenía delante", presume este afable aficionado con una sonrisa socarrona.

A Chimo todo esto le vino de sus padres. Lleva acudiendo a Mestalla "desde que su madre estaba preñada", tal y como asegura Laura. En su familia el Valencia siempre ha sido sagrado, al punto que él preguntaba, bromeando, "¿a mí me hicísteis en algún rincón de Algirós, no?". Sus padres eran auténticos fanáticos. Él, Genaro, era un entusiasta. Su madre tenía otro perfil, perdía la cabeza por el Valencia. Tener 39 de fiebre y que estuviera cayendo una tromba de agua no eran impedimento suficiente para no presentarse en Mestalla. El comedor de su casa lo presidía una fotografía en blanco y negro tomada el 29 de junio de 1941. Aquel día el Valencia festejó en Madrid la victoria contra el Espanyol -entonces todavía se escribía con ‘ñ’- por tres goles a uno en la Copa del Generalísimo. Ahora preside su escritorio.

Ese es el primer gran recuerdo que tiene como valencianista. Chimo tan solo tenía siete años pero estaba allí, celebrando el título, como uno más. "Cuando Salvo hizo un acto con los socios más antiguos hicimos el Tour de Mestalla y allí vi la copa. ‘El tete estaba allí’, les dije a los demás. Nadie me creía. Yo vi esa final. Fuimos en tren a Madrid y entonces pasabas la noche en el tren. Todo el mundo ha dicho que el Valencia volvió de aquella final en autobús pero es mentira. Volvimos en tren todos juntos, el equipo y la afición. Hay una foto de aquel día en la que Pio -el guardameta- me está sacando a mí en brazos. Jugó la final y a partir de ahí ya luego se lesionó yendo a los pies de un delantero. Se rompió una vértebra y entonces ya entró Eizaguirre", relata.

Del gol de Tendillo a Heysel

Mientras Chimo echa la vista atrás acompasa la conversación con periódicos que ha conservado durante décadas. Los saca de un maletín rojo, "la joya de la corona", define. Los primeros en salir son los SUPER del día, el de la eliminatoria europea contra el Rapid, el de la llegada de Peter Lim o el de la clasificación para Champions. Inmediatamente después salen el del gol de Tendillo, el ascenso o el de la Recopa de Europa, conquistada en 1980 ante el Arsenal en el estadio de Heysel, Bruselas. De pronto sale el ‘pase de quince años’, un documento histórico de valor incalculable. "El Valencia hizo una ampliación en el campo y como no tenía dinero en caja se les ocurrió una fórmula para pagar. Es una lámina con quince cupones. Se pagaba de golpe, año a año llevabas el cupón y te daban el pase. De esta manera estabas quince años sin pagar, cortando el cupón como si fuera una acción. En tribuna costaba 5.000 pesetas, en sector numerado 2.500 y en general 1.250. Ese era el precio por ver quince años de fútbol del Valencia", explica. En su casa tiene dos láminas, la suya y la de su madre. La de su padre la donó en la etapa de Soler. Eran las butacas 5, 7 y 10 de general de pie.

En el acto de la segunda de las tres medallas de oro que le ha concedido el Valencia a lo largo de su vida uno de los socios más veteranos de Mestalla aprovechó para reclamarle al club que alguien les pidiera disculpas por las manifestaciones que se hicieron durante aquellos quince años, en los que a final de temporada el Valencia no cobraba taquilla. Se llegó decir desde la directiva que los socios de los quince años eran "el cáncer del Valencia". Soler, objetivo de aquella petición, no tenía ni idea de aquello, buscó ayuda en la figura de Agustín Morera y Chimo, en vista de la sensación de bloqueo, se vio en la obligación de dar un paso al frente: "yo siempre iba bien armado, llevaba las láminas conmingo". Lo explicó y donó una al club: "si había que tener una en el museo debía ser la de mi padre".

Cenar... Depende del marcador

Su padre lo vivía y lo sufría. Cuando jugaban fuera de casa su madre se ponía la radio para escuchar el partido y él no soportaba el sufrimiento. Solo con ver su cara ya sabía si el Valencia ganaba o perdía. "Angelita, vete a casa de la chica", le espetaba. "La chica", era la hermana de Chimo, que vivía justo al lado. "¿Pero porqué me tengo que ir?", le decía su mujer. Cuando acababa el partido se cenaba o no en función del resultado. "Fíjate la barbaridad que te voy a decir", interrumpe la anécdota Chimo para ilustrar el valencianismo de su padre, "afrotunadamente murió antes de que el Valencia bajara porque sino se hubiera muerto del sufrimiento". Falleció el año anterior y es que aquella temporada, la del gol de Tendillo sobre la bocina, ya lo pasó bastante mal.

Su papel fue fundamental en el valencianismo de este matrimonio. Laura comenzó a ir a Mestalla con 16 años, cuando comenzaron la relación y cumplirá medio siglo acudiendo regularmente al estadio el año del centenario. Recuerda que un día del club su suegro le compró una entrada para ver el partido ante el Madrid que le costó 600 pesetas. Quedó escandalizada por la cantidad."¡Por ese dinero yo voy todo el mes a merendar, al cine y todavía me sobra!", exclamaba. La réplica de Genaro no tuvo desperdicio: "yo por ganar un alma para el Valencia pago lo que haga falta". Desde entonces no han fallado. Ni siquiera en la enfermedad.

Chimo solo faltó el tiempo que estuvo haciendo la mili pero en 1958 volvió a engancharse. En la retina quedan partidos inolvidables. Éxitos y derrotas, futbolistas, entrenadores y noches mágicas. "El mejor partido que se ha jugado en Mestalla es un Valencia-Athletic de Copa que acabó 6-3. Yo estaba destrás de la portería viendo cómo entraba el balón. Eso tiene que ser el año 48 o 49", comenta Chimo. No se va por mucho, se jugó en 1950. Con Puchades, Pasieguito, Zarra o Gaínza sobre el césped. También el primer partido internacional después de la guerra, en 1941: "fue un España-Suiza, tres a dos" y recita las dos alineaciones de memoria. O, la visita del San Lorenzo de Almagro, primer partido contra un equipo extrajero, que sirvió para homenajear a los olímpicos de Amberes de 1920.

Laura recuerda un 2-1 al Madrid, con goles de Roberto y de Fernando, que remontaron a tres minutos para el final el gol de Míchel. Era 1992. Se subió a la butaca de un salto. "Yo soy más pasional. Hay momentos en los que las emociones no se pueden esconder. Yo soy más emocional que Chimo. Es un hombre que está en un apuro y no lo oyes ni respirar. Se enfada cuando la gente protesta por cosas que no tiene que protestar. Siempre dice ‘¡però com tenen tan poc de coneixement!’. Yo soy de otra manera... Y acierto mucho los partidos. Héctor Villalba -exmiembro del patronato- me dice ‘haz el favor de venir que este partido hay que ganarlo’", indica ella.

La gestión de Peter Lim

Chimo y Laura ven a día de hoy al Valencia desde Tribuna Central, en la fila cinco, aunque echan de menos la perspectiva de anfiteatro. La temporada pasada, en el partido contra el Rayo, ganaron el concurso de la Kiss Cam con el mejor beso de la previa del encuentro. Un año de suscripción a BeIn Sports, lo que les permite grabar todos los partidos para analizarlos después. Al respecto de la situación actual, Laura es optimista: "de las malas épocas siempre se sale. En la vida, en los negocios, en todo... En València hubo una riada, pensábamos que se acababa el mundo y mira el día que tenemos hoy. El fútbol es lo mismo. El Valencia no va a ir más hacia abajo. No puede. A partir de ahora toca mirar hacia arriba, te lo digo yo". Él es la otra cara de la moneda, está bastante dolido.

"Estoy muy decepcionado, tenía muchas ilusiones, Layhoon es una persona preparada pero de fútbol no sabe. Cada decisión que toman es peor que la anteroir y es más comprometida porque ahora estamos en un momento en el que si yo fuera jugador del Valencia diría ‘esto tengo que pasarlo como sea para irme cuanto antes’. Aquí no hay futuro. No sé si la solución es que aparezca otro inversor, ojalá aparezca una fortuna valenciana. Yo estaba convencido de que Lim podía ser la solución pero están demostrando una incapacidad para gobernar esto", lamenta.