Santi Mina se ha superado a sí mismo. El delantero gallego está consiguiendo este curso lo que no ha logrado nunca antes en el fútbol de élite. Sus ocho goles entre Liga y Copa del Rey dibujan ni más ni menos que su mejor arranque de temporada: nunca había logrado estas cifras a estas alturas de curso desde que es futbolista profesional, lo que hace presagiar que, salvo contratiempo impredecible, lo completará con sus mejores registros.

Está ante su mejor año. A las órdenes de Marcelino ha dado con un contexto de confianza plena que le ha permitido transformar los pitos -de la primera jornada, ante la UD Las Palmas- en reverencias en un tiempo récord y sin hacer descompresión. Aplasta críticas con la rotundidad de LeBron, al que ha tomado prestada su coreografía de cuando estaba más cuestionado en Miami Heat.

Mina es uno de los casos de éxito del entrenador asturiano -el más vibrante de ellos- y si algo ha demostrado en el año de su explosión es que no necesita grandes despliegues para fulminar reticencias. Tras un verano ajetreado, focalizó sus cinco sentidos en el objetivo de ser mejor futbolista. Todas sus energías están concentradas en el césped. En efecto, aprieta los dientes y conquista por la vía rápida. A contrarreloj si es necesario y por encima de cualquier circunstancia o rival. El valencianista, relanzado, hace de cada oportunidad un ejercicio de reivindicación, encuentra nuevos caminos y se ha abonado a trastocar el panorama cuando sale del banquillo, con la dificultad que entraña. Consagrado como revulsivo de oro, en Ipurua demostró que también da picotazos como titular. El ‘22’ es uno de los jugadores más en forma de la Liga: el más letal.

Lo suyo ya no es una racha. En toda la temporada 14/15, donde estableció sus mejores registros en un curso completo, Mina solo anotó un gol más de los que lleva ahora -nueve- y al año siguiente marcó ocho. Ahí está su frontera. La actual es, por lo tanto, su mejor versión conocida en una primera vuelta de temporada y eso que todavía no ha acabado. En la 14/15 a estas alturas había marcado dos tantos y al año siguiente tres.El gallego, además de ser el más efectivo (anota cada 87’)

es el único futbolista de la plantilla que ha participado en los 18 partidos que ha jugado el Valencia y eso dice mucho sobre la importancia que tiene para el staff técnico. Su aportación de energía es incuestionable y este curso está recuperando el oportunismo, el olfato y la definición que lo encumbraron en 2013 como el mejor juvenil de España.

Mina lideró la mejor camada de la historia de A Madroa con el Celta de División de Honor en una Copa de Campeones en la que tumbó al Madrid con dos goles en la semifinal y perdió la final por la mínima ante el Sevilla. Aquella temporada estuvo dieciséis jornadas seguidas marcando y anotó un total de 36 goles: 29 de ellos con el División de Honor del Celta y 7 con el Celta B, con el que logró el ascenso a Segunda B. Con 17 años, el delantero que imitaba a Morientes, debutaba con el primer equipo vigués. El niño que llevaba dentro Balaídos se destaparía con cuatro goles en un mismo partido ante el Rayo Vallecano. El más joven en hacerlo. Ahora, tras dos temporadas de crecimiento, está preparado para todo.