Desde el primer momento Neven Spahija dejó muy claro que quería seguir en Valencia y crecer con un proyecto que reconstruyó casi desde sus cenizas junto a Vicente Solá y Paco Raga. Fue el pasado verano, y el resultado no pudo ser más positivo. Eran los frutos de una relación que el croata calificó en su día como de «una pirámide perfecta». Ayer, en su despedida, volvió a hacer referencia a esa frase, recordando las que fueron sus primeras palabras tras conquistar la Eurocopa en Vitoria.

Precisamente allí es donde, de forma incomprensible, empezó a complicarse su continuidad en un Power Electronics Valencia al que primero devolvió la esperanza con su juego, y luego la ilusión con buenos resultados, un título y el regreso la próxima temporada a la Euroliga. Por eso resulta todavía más difícil entender su salida, sobre todo cuando en el mes de marzo existía una acuerdo verbal para su renovación.

Así lo explicó SUPER en su día, matizando en todo momento que esa acuerdo faltaba rubricarlo con la firma. Incluso el propio preparador balcánico lo reconoció en nuestro diario durante una entrevista el pasado 19 de marzo. Todo estaba encauzado y los parámetros económicos acordados. Tanto, que desde el propio club se dio por hecha su continuidad. Una continuidad que también se pudo haber cerrado mucho antes si desde la entidad taronja se hubiera hecho efectiva en febrero la cláusula de renovación automática que existía en su contrato. No se hizo debido a que su salario aumentaba considerablemente y era inviable teniendo en cuenta el incierto futuro del club que todavía no había ganado la Eurocopa.

Hasta ahí todo lógico. Lo extraño llegó después, tras ganar el título y confirmarse que se mantenía el presupuesto para la próxima temporada. Lo que debía ser más fácil se convirtió en todo lo contrario debido al siguiente movimiento del club. Y es que todavía inmersos en las celebraciones del título, el club volvió a trasladarle una oferta a la baja, y además por un año —cuando en marzo se había acordado que serían dos —. Ese fue el principio del fin.

Spahija no aceptó esa oferta y, lo que es peor, comenzó a no entender la forma de proceder del club, la forma en la que se estaba llevando la negociación. Esa desconfianza fue en aumento en los siguientes días, alcanzando su punto culminante tras unas declaraciones públicas de Paco Raga, vicepresidente del Power Electronics Valencia, en las que colocaba a Spahija en una postura muy incómoda. Aquello acabó de dinamitar una negociación que se fue tensando hasta la ruptura. De nada sirvieron los intentos posteriores, encabezados por Vicente Solá, presidente del Power Electronis Valencia, por acercar posturas. Como tampoco la nueva posición del club, más receptivo y dispuesto a buscar un punto de encuentro con el técnico.

Hay que recordar que unos días antes la entidad valenciana le había presentado otra oferta, esta vez por dos años, aunque seguía firme e inamovible en unas cantidades económicas que en ningún caso llegaban al salario actual que percibía el entrenador. Sin embargo, esa cuestión había pasado ya a un segundo plano. Spahija, con dos importantes ofertas de Fenerbahce y Efes Pilsen encima de la mesa, ya no se sentía valorado en Valencia y había decidido marcharse.