El día del Huesca fui a Mestalla como se debe ir, de aficionado, con mi bufanda al cuello y con ganas de ganar. Las cosas se ven desde otra perspectiva. Mejor y más clara que la perspectiva del periodista que llega al partido planificando mentalmente todo el trabajo que tiene por delante y atento a cada detalle para ver si es nimio o si tras él se esconde algo digno de ser contado o convertido en noticia.

Cuando marcó PicciniAntes de caer me dio tiempo a ver futbolistas que se tiraron al suelo presos de la emoción y la tensión, carreras por la banda con Marcelino y Jaume convertidos en Usain Bolt y a uno sin camiseta al que todos perseguían como si se lo quisieran comer en el final de El Perfume. ¿Qui ha marcat, qui ha marcat? preguntaba como loco mientras miraba al cielo y me cagaba en todo lo cagable presa de la emoción.

Pasado el tiempo, está claro que prefiero ganar de otra manera, pero de esos escasos dos minutos de suprema emoción que me devolvieron a lo más primigenio y puro que tiene el fútbol, he sacado algunas conclusiones importantes. Me reafirmo en varias cosas que dije después del empate ante el Eibar; si no tiraste al entrenador tras el partido ante el Sevilla, ahora menos porque los dos últimos encuentros nos han mostrado un vestuario que quiere salir adelante y unos futbolistas que están con el entrenador, por ello repito que los periodistas que han dicho que Marcelino tiene al vestuario en contra deberían saber que para decir tal cosa uno ha de estar muy seguro, y que conviene diferenciar una bronca de un divorcio. Cierto que ha habido momentos en que no ha sido fácil delimitar la frontera entre uno y otro, pero ya no caben medias tintas. El Valencia tiene un grupo de futbolistas que quiere salir del bache y no se esconde, y tener un grupo comprometido con la causa es la mejor materia prima para salir adelante.

Con este nivel de compromiso del vestuario, si el club es capaz de mejorar el nivel en el ataque en este mercado invernal, no hay más remedio que darle otra oportunidad al proyecto aunque todo dependa otra vez de ganar el siguiente partido y no sepamos a dónde llegaremos. Es lo que hay. Por último, tengo una lectura de las palabras al público de Garay o al enfado de Rodrigo: a este vestuario le falta confianza y por ello reclama a gritos el apoyo de sus aficionados. Medir si se lo han ganado o no, en definitiva, darlo o no darlo, ya depende de cada uno.

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