Al levantarla chirrió como cada mañana. No había manera. Ni grasa ni goznes nuevos. Los años se lamentaban sin más. Dobló levemente la espalda, entró y la bajó de nuevo hasta dejarla a una altura tal, que desde fuera resultara evidente que si no estaba abierto era cuestión de minutos. Los que tardara en bajar los taburetes de la barra, las sillas de las mesas y encender todas las luces. El bar tiene amplia fachada y una gran cristalera que permite un particular e ingenioso sistema antirrobo. Dejar por la noche encendida al menos una luz. Con ella, es imposible maniobrar dentro sin ser visto desde fuera. Mano de santo durante años.

Cuando hubo adecentado la extensa barra frotándola con ginebra y un trapo mojado, ninguno de los proveedores había sido capaz de ofrecerle un producto que la hiciera relucir más que la clásica Gordons, se adentró hacia el comedor vacío en dirección al cuarto de baño con la intención de dar un vistazo sin más, pura rutina. La vio de reojo, pero apenas prestó atención, simplemente no le resultó familiar aquel cuadro del que, entre la penumbra, asomaba algo semejante a una bandera que parecía reclamar como propia la primera mesa de la fila de la derecha. Entró en el baño de caballeros y después en el de señoras, «todo en orden».Ahora sí, empezaba el día de verdad, eran las ocho de la mañana, una hora aproximada desde que se levantó. Tocaba subir del todo la vieja verja. Le esperaba una mañana de locos, de cafés, tostadas, zumos de naranja, bocadillos, 'barretxats', cañas y carajillos. Pero a poco que entró de nuevo al comedor y sin saber muy bien porqué, se fue directo a la primera mesa de la fila de la derecha donde estaba aquel cuadro que del que nada sabía. Se detuvo y allí estaba ella, desafiante. Parecía que hubiera pasado la noche despierta vigilando como un centinela. De dónde demonios habrá salido y quién la ha puesto ahí. Hizo memoria y la noche anterior cerró él y juraría que no estaba. Se acercó y a duras penas pudo ver una fecha con una inscripción. 'Valencia CFEspañaValencia CF Tampoco le dio más importancia porque por delante había mucho trabajo, aunque ciertamente le extrañaba que fuese cosa de Lola, su mujer. ¡Tampoco le gusta!

«Paco, ¿qué hace ese cuadro colgado ahí?». Le espetó Lola cuando salió de la cocina por primera vez en toda la mañana ya con la calma del medio día y tras la tormenta de los almuerzos. Le dijo que no sabía nada, que creía que era cosa de ella, pero le extrañaba. ¿Cómo voy a poner yo una bandera tan vieja y fea en el comedor? Eso pensé también, pero Lola, yo tampoco la he puesto y mírala, ahí está. Bueno, saca los bocadillos y comamos algo.

Pepe no supo explicarle a Paco porqué ese viernes se cambió de mesa para comer. Y encima te pones donde está la bandera del Valencia... «¿pero tú no eres del Real Madrid?». De toda la vida y para toda la vida Paco, y mira que he discutido con mi padre por culpa del fútbol, ya sabes que él es del Valencia y dice que no me lo perdonará jamás... La ensalada sin tomate ¿eh? Qué sí, todos los días lo mismo. ¡Pesadilla de persona! Se tomó el café y dio un último sorbo rápido al orujo de hierbas antes de levantarse para volver al trabajo. Cuando se puso la chaqueta le pareció escuchar algo y se dio la vuelta... qué extraño, no hay nadie, «cualquiera diría que ha sido la bandera. Los chotos me persiguen hasta en la comida», bromeó. Pagó en la barra, sacó un paquete de tabaco, tiró a la tragaperras -la máquina estaba estratégicamente colocada junto a la del tabaco- la calderilla que llevaba en el bolsillo y como cada viernes se despidió de Paco y Lola hasta el lunes. Pepe era cliente habitual de entre semana, vivía lejos, a cincuenta kilómetros y con mala carretera, por eso fue tan extraño verlo aparecer al día siguiente, sábado por la mañana, para almorzar. Repitió mesa. La de la bandera. ¿Qué haces hoy por aquí Pepe? Primero dijo que había quedado con un amigo de no sé dónde y luego que pasaba por allí para ver un poco todo, terminó pidiendo un bocadillo de lo que fuera y que para beber cualquier cosa le valía. No le puso el plato de olivas pero no protestó. Empezó con una mirada rápida, al poco volvió a girarse y para cuando apareció Paco ya había fijado la mirada casi de manera obsesiva. Vaya, el Valencia ganó la Copa en 1949 ante el Athletic... «Aquí tienes el bocadillo, como no me has dicho de qué lo querías, Lola te ha puesto uno de 'lleteroles', le hace ilusión que las pruebes, dice que le han salido muy sabrosas...». Pepe se dio la vuelta al escucharlo como quien aterriza de otro mundo en el que estaba entre absorto y poseído, y de repente le pareció escuchar algo, como la otra vez€ ¿Ha dicho AMUNT la bandera? Miró a Paco y Paco le miró con cara de sí, ha dicho AMUNT, pero los dos callaron, no se atrevieron a decirle el uno al otro que habían escuchado AMUNT perfectamente y que había sido la bandera sin ninguna duda. Uno se dio media vuelta extrañado y el otro disimuló diciendo vaya, tiene muy buena pinta el bocadillo. Volvió a pagar en la barra. Lola, el bocadillo estaba muy bueno, gracias Pepe, los fines de semana siempre hago 'lleteroles', por si quieres volver. Junto a una taza de café con leche vacía había un ejemplar de Superdeporte. «El Valencia tiene que remontar esta noche un 1-0 ante el Barcelona para meterse en la final de la Copa del Rey

«Vaya partidazo hizo el Valencia el sábado ante el Barça», ¿lo viste? Sí, yo también lo vi, dijo Paco mientras le servía el plato de macarrones. Los lunes tocaba macarrones. Cuando Paco volvió con el café Pepe le asaltó de nuevo, ¿sabías que el Valencia ganó la Copa en 1949 tal y como dice la bandera del cuadro? Mi padre se puso tan contento de que por una vez disfrutáramos juntos del fútbol después de tantos años discutiendo, que le pregunté por Epi, Eizaguirre y todos esos jugadores que firmaron la bandera, porque no sé si te has dado cuenta, pero está firmada por los futbolistas del Valencia que ganaron aquella Copa. Se nos hizo de madrugada a los dos hablando de los títulos que ha ganado al Valencia a lo largo de su historia, estaba feliz el hombre. Paco casi derrama el orujo al dejarlo sobre la mesa. ¡Pepe tenía razón! El paso del tiempo había diluido la tinta pero los trazos de aquellos héroes luchaban para no caer en el olvido. «Me contó mi padre» seguía hablando Pepe de fondo, que Epi fue uno de los grandes futbolistas de la historia del Valencia, y que marcó en esa final. Le hizo un regate mágico a Barrenechea y disparó cruzado, imposible para Lezama.

Ese mismo día, por la noche, si le hubiera dicho a Lola que se quedaba en el sofá viendo una película pornográfica habría sido más fácil convencerla para que se fuera a la cama y le dejara tranquilo. ¿Cómo que te vas a quedar un rato porque quieres leer una cosa del Valencia? ¿Pero desde cuándo te interesa a ti el Valencia? Ni Epi ni Blas, Paco, ¿qué narices vas a hacer? La bronca fue inevitable pero al poco ya navegaba por internet. Aquella era la segunda Copa que ganaba el Valencia y se disputó en el estadio de Chamartín, donde jugaba el Real Madrid. Pese a todo, Paco apenas estuvo unos minutos frente al ordenador. La vida en el bar es dura. Cayó rendido con la cabeza sobre el teclado mientras recuerdos de los que nada sabía asaltaban su memoria. Esa noche soñó con tracas...

Tonico estaba molesto. Jaume, almuerzo y como en esta mesa desde hace años, ¿por qué has puesto ahí una bandera vieja del Valencia si sabes que soy del Levante? Te prometo que no tengo ni idea de dónde ha salido, he abierto el bar esta mañana y ahí estaba, en tu mesa...Y encima está vieja, roída y quemada...mira, fíjate, eso parecen firmas... vaya, ahí pone Pasieguito. ¿De verdad que no es tuya Jaume? Te lo prometo Tonico. ¿Pues sabes qué voy a hacer? Me la llevo y se le regalo a mi padre, que es 'choto redomao'. Sí, dásela al tío Arturo que le hará ilusión. Tonico se sentó, y mientras mezclaba el vino con la casera no tuvo más remedio que girarse sorprendido... «¿La bandera ha dicho AMUNT?».

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