Los cinco últimos minutos de anoche son directamente el delirio

El contexto

Quien sufra algún problema cardíaco, que deje de seguir el Mundial y si no puede porque considera que solo aquí se ve fútbol de verdad con partidos de relleno entre medias, que se haga directamente italiano. Si creíamos que lo de Alemania del otro día agotaba todos los epítetos, los cinco últimos minutos que vivimos anoche son directamente el delirio. Cada metro de terreno en este Mundial vale su peso en oro, cada balón dividido se disputa como si fuera el último, el futbolista más disparatado es capaz de sacarse disparos de crack mundial y porteros de los que uno no ha oído nunca hablar detienen penaltis a balones de oro como si tal cosa. Lo nunca visto.

Estamos en problemas

Dicho lo cual, España no anduvo fina ante Marruecos. Su peor partido con diferencia hasta la fecha. Ramos tuvo una noche aciaga, culpable directo de los dos goles que encajó un De Gea que sigue sin despejar una sola de las dudas que a todos nos atenazan. Lo del capitán, además, no se ve casi nunca atenuado por su compañero en el centro de la defensa. Piqué volvió a despistarse más de la cuenta, como si el tener detrás un portero en el que solo parece confiar el entrenador lastrase unas piernas que en nuestros centrales parecen de plomo. Con los centrales como un flan y Carvajal todavía lejos de su mejor versión -no ha mejorado a Nacho ni por asomo-, cada ataque del rival se convierte en una pesadilla. Marruecos no había marcado un solo gol en dos partidos. A nosotros nos endosó un par que pudieron ser más. Si Hierro no toma una seria determinación, que pasa por cambiar al portero o, como alternativa, a unos centrales que claramente no confían en lo que tienen detrás, nuestras esperanzas de continuar vivos son escasas.

Isco y poco más

A España se le está desmontando el tenderete casi antes de tenerlo listo y luego le cuesta un mundo volver a escalar el muro. Lo que hasta ayer era anomalía parece que, visto lo visto, va a ser lo habitual. Si a un marroquí, que no sabe lo que es un gol en un Mundial, le regalas uno -y se lo mete entre las piernas a tu portero-, ese marroquí pasa a convertirse en un fiero guardián de las esencias del fútbol y a jugar como si se estuviera ganando el paraíso. La Roja opuso un rato de fútbol, el que llevó al empate a uno, todo por el lado de Isco e Iniesta, que por momentos nos hicieron albergar esperanzas. Ver a Isco resulta tan refrescante como hiriente la comparación con algunos de sus compañeros. La actuación de Silva volvió a ser una absoluta decepción. Apático, plano y desconectado, el canario pareció un alma en pena. De igual modo naufragó Thiago, que apenas tuvo influencia en el juego de ataque. Una faceta ofensiva que, además, comienza a resultar demasiado previsible. Es tanto el dominio al que se somete al adversario que por momentos nuestros futbolistas parecen preferir el andar al correr y así no hay defensa que se deshaga. Brillan por su ausencia, además, los disparos de larga distancia, como si fuera esa una suerte que no va con la Roja.

Sabemos sufrir

Ya no es Alemania la única que acaba ganando por lo civil o por lo criminal. El salto que ha dado España al pelotón de los favoritos de verdad provoca situaciones como la que se vivió en este enloquecido grupo B. En su peor momento, un más que afortunado gol de VAR -hay que ser un absoluto ignorante futbolístico para no adorar esta tecnología- y otro churro iraní nos hicieron pasar de temblar ante la perspectiva de enfrentar a De Gea con Cavani y Suárez a contemplar con cierto alivio la llegada de Cherishev. Dentro de la involución que hemos vivido, hay que tener en cuenta además que fuimos a caer en un grupo trampa, en el que selecciones sin ningún nombre han mostrado una determinación y armas futbolísticas muy inesperadas. Aquí no había ningún Panamá ni Arabia Saudí. Cualquiera de las dos eliminadas en nuestro grupo habrían dado mucha guerra en cualquier otro.

Momento de actuar

El seleccionador tiene que tomar cartas en el asunto. Ya no tenemos red, Fernando. Otro error nos manda para casa. Está bien ser conservador, no alterar esquemas heredados, dar confianza a porteros supuestamente consagrados. Pero esto es una cosa muy seria. Aquí hay que ganar cuatro partidos y así, con la defensa y el portero saliendo de serenata una y otra vez y algunos de nuestros futbolistas de ataque en plan desaparecido no vamos a ninguna parte. Hay alternativas. Que se utilicen. Hemos demostrado que también sabemos sufrir. Queremos volver a ver a la verdadera Roja ante Rusia, caiga quien caiga.