Tienen estos partidos de Copa algo que los hace diferentes, quizás por eso la afición del Valencia CF, que de tonta tiene lo justo, valora tanto esta competición. Lo que vimos ayer en Mestalla fue una inyección de oxígeno en vena después de penar tantos meses por la Liga. Un partido en el que hubo de todo, culminado de la manera opuesta a la que estamos ya tristemente acostumbrados: los de casa rematando al rival a unos pasos de esa orilla donde tanta veces han caído. Por no faltar, no faltó ni la policía sacando del campo a los enfurecidos -y malos perdedores- chicos de Bordalás, que con esa conducta barriobajera llevaron la alegría del respetable al pináculo. No se puede pedir más.

Victoria de mérito

Esta victoria tiene además un mérito innegable. El Getafe no es un equipo cualquiera. A su entrenador, le caiga a uno más o menos simpático, hay que reconocerle el mérito que tiene lo que ha conseguido construir: un grupo de fieras bien organizadas que parece que cada partido estén disputando el Mundial. Es, en España y con diferencia, el grupo más competitivo que existe. Nadie saca tanto jugo a sus futbolistas como este Bordalás, quien, además, ha evolucionado y a mejor en su juego: del Getafe ramplón y simplemente justiciero de hace un año ha conseguido trascender a un fútbol mucho más abierto, con momentos incluso vistosos. Nadie les ha regalado el lugar que ocupan en la Liga y marcarles tres goles no es tarea ni mucho menos fácil.

El 'pitbull'

La cosa se alejó bastante del paseo que el marcador pueda indicar al que, presa de la desorientación, se perdiera el partido. Puestos en franquicia merced al killer del momento, un Molina descomunal, cuando más de uno aún subía los escalones de acceso al estadio, los azulones se pusieron justo donde les encanta estar. A partir de ahí administraron la renta. Pero nada de encerrarse atrás como antaño. A un Valencia mucho más dinámico que este tiempo atrás, que entraba bien por banda, moviendo el árbol para ver por dónde podía caer la fruta, respondía un Getafe pletórico y marcial. En el primer acto apenas RodrigoCualquier parecido entre Álvaro, el tigre de Villarreal, y el colosal Djené, pura y angustiosa coincidencia. Todo iba a morir en las botas del africano, mientras Soler hacía un curso acelerado de lo que significa ser perseguido por un pitbull que lleva tres semanas sin comer: le viene bien y demostró que aún le queda un trecho largo por aprender. Nadie en el entreacto podía pensar que luego pasaría lo que pasó.

La insistencia

Y lo que sucedió es que, aunque parezca increíble, el Valencia nunca se rindió al desaliento. Le anularon un gol que había celebrado a lo grande y que inyectaba algo de esperanza. Y tras bajarse el soufflé, continuó. Siguió entrando muy bien por los costados, triangulando con la precisión de aquellos primeros partidos de Marcelino con Guedes en plan estrella, moviendo el balón con rapidez, Parejo magistral y, esta vez sí, motivado. Sentían cerca la lengua del pitbull, pero nadie se amilanó. Como si se hubieran caído todos en el caldero de Obélix, siguieron corriendo y jugando al fútbol. Había que ver a Cheryshev viviendo la cosa como si de verdad le importara. Tuvo además el desenlace un punto de justicia poética, pues pivotó en esencia en torno a la expulsión de un Djené que no sabe medirse. Le dicen tantas veces durante la semana que tiene que morder, que el hombre al final ya no distingue entre chuleta y cartero y su último mordisco a Postman Mina lo mandó a la calle. Con uno menos, apareció algún espacio más para los de casa. Pero nada escandaloso. El Getafe lejos de atrincherarse siguió en su tónica, estirándose para hacer de la noche de Doménech cualquier cosa salvo un trámite más. Molina pudo sentenciar en la jugada previa al gol definitivo de Rodrigo

Seguir así

No le vamos a pedir al Valencia que le ponga siempre a su fútbol lo que le pone el Getafe. Sus futbolistas tienen otras cualidades. Sí que parece lógico que esperemos que en el futuro su desempeño no se aleje del que vimos anoche. Las malas rachas se han acabado, la supuesta presión también, corren tanto o más que el adversario, de manera que de aquí en adelante se trata de salir con el ahínco que exige el escudo que llevan en el pecho. Todos los días. Y si de paso le dan a su afición otra alegría como la de ayer, tanto mejor.

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