Cuando el histérico respetable bético le pedía a Setién que se fuera, ponía de manifiesto a un tiempo lo poco que la gente se para a analizar las cosas y la desesperación que genera por doquier un fútbol de atacar y no marcar goles. Porque si de llegar al área rival, desbordar, centrar y rematar se tratase, anoche el Betis le dio un baño al Valencia. Pero, ¡ah, amigo!, ellos no tienen a BetisGuedes

Un tiempo regalado

Otra vez regaló el Valencia un tiempo completo. Los primeros 45 podrían calificarse de desconcertantes si no fuera porque ya los hemos visto antes y nos coge con el mosqueo ya de guardia. Hasta el gol del portugués no hubo NADA que señalar en términos de ataque ¿Qué se vio? Pues las mismas dos líneas de cuatro, cada vez más retrasadas, y la eterna y por momentos desesperante contención a la búsqueda de la eventual contra. El Betis lo hizo muy bien casi todo. Se le veían ganas de buscar vendetta y, además de ganar casi todos los balones divididos, no daba ni medio metro en las marcas. Asfixiado Parejo, cada recepción visitante era recibida con una pierna bien metida local. La presión agobiante ahogó toda posibilidad de respiro. Ahí se echó en falta a ParejoCoquelin. No es esta la mejor versión del francés que hemos visto. Y no es buena noticia porque no queda más remedio que ponerlo. Ni consiguió detener las oleadas del rival ni ofreció la más mínima alternativa a Parejo para empezar a construir. Con todo, apenas dispusieron los sevillanos de un par de ocasiones claras, que desperdiciaron como suelen. Jesé, engañagradas de manual, es un auténtico regalo para cualquier defensa. Se fue pitado por sus aficionados, que no entienden, como tampoco este cronista, que pueda ser preferido, por ejemplo, a un tipo honesto y trabajador como Loren.

Lo que no se ve

Tras el gol de Guedes Uno con mucho más nervio, apoyándose en un Rodrigo que, desde que saltó al campo, supo interpretar como ningún otro compañero lo que había que hacer para huir del achuchón verdiblanco. Donde Mina necesita un tractor para evolucionar, Rodrigo Él desatascó la situación, aligeró el camino para Guedes y realizó esas acciones que no salen en el resumen del partido pero lo decantan. Incomprensible que pase un solo minuto en el banquillo con todo lo que hay en juego de aquí al final. Su expulsión, discutible, es una pésima noticia.

El cañón

Si en el primero se puede achacar al portero que podría haber hecho algo más, lo del segundo gol de Guedes es no de killer sino lo siguiente Este chico lo tiene todo: una velocidad fuera de serie con y sin balón, un dribling más que notable en los tiempos que corren, un hambre de victoria insaciable al más puro estilo de su maestro Ronaldo y, de postre, un disparo de una dureza descomunal. Cuando recibió en la frontal tras el saque de esquina que precede al segundo tanto del Valencia, nadie al sur de los Pirineos tenía duda de cómo iba a terminar eso. Ni el muro de un pantano detiene ese cañonazo descomunal.

Otra ocurrencia

Pero cuando parecía que el partido iba a morir tranquilo en el remanso del Guadalquivir, Marcelino tuvo la ocurrencia de quitar a Guedes y poner a LatoHay quien incluso lo veía acertado. Hay quien considera que Gayà. Y lo fue. Sólo ellos pueden volver a hacer de Joaquín el pináculo de la finta y el sprint. Diez años le quitaron de encima y ni en los tiempos de Al Ghandour se le vio galopar y desbordar con esa facilidad. Los volvió locos y cuando entró Lainez el recital de recortes por sevillanas parecía más propio de una charlotada con vaquilla que de un partido de primera división. La cosa salió para el Betis a una media de una ocasión cada dos minutos. En algunos casos, el balón no acabó entrando por centímetros, las más de las veces por falta de pericia rematadora. Sólo acertaron a embocar de penalti. El valencianista medio, eso sí, tuvo que sufrir de lo lindo, mirando un reloj que no parecía querer agotar los minutos. El sino de esta temporada en la que no hay manera de vivir tranquilo.

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