El final de una larga sequía de victorias de Ferrari en Monza es el regalo que Charles Leclerc ofreció a los tifossi que abarrotaban las gradas de Monza. Tras su triunfo en Spa, Ferrari prometía volver a ganar en casa, algo que no ocurría desde que lo hiciera con Fernando Alonso en 2010.
La trabajadísima victoria de Leclerc recordó a la de Alonso en Imola en 2005 aguantando los ataques de Michael Schumacher. En ese ya lejano Gran Premio de San Marino, la estrechez de la pista ayudó al bicampeón español. Ayer en Monza fue la velocidad punta del coche rojo y la potencia del motor las que posibilitaron la magnífica actuación de Leclerc. «Necesito más potencia» era el grito casi desesperado de Hamilton en la radio. Lewis se ve tan campeón que no parece importarle marcar un cero y luchó hasta que sus neumáticos dijeron basta. Y fue también la estrategia de las gomas otro de los aciertos de Ferrari para conseguir la victoria. En su parada en boxes montaron duros, que no medios, en el coche de Charles. Eso trasladaba todo el peso al piloto que debía defenderse frente a los Mercedes que montaron los medios.
Vettel vuelve a fallar
VettelAlgo que hacía soñar antes de la salida a los ferraristas era la posibilidad de un doblete, pero Vettel falló. El alemán trompeó y fue víctima de una sanción justa- al reincorporarse de forma peligrosa a la pista. Seb sigue hundiéndose a pesar de sus cuatro campeonatos frente al joven monegasco de 21 años. Cierto es que el via crucis del alemán comenzó el sábado en la ridícula Q3. Leclerc le debía un rebufo que nunca le dio. Ya fuera por hacerse el remolón o por torpeza o malicia del box de Ferrari, Vettel perdió plaza en primera línea de parrilla. La presión el domingo, hizo el resto.
No hay duda de que tras este baño de gloria Leclerc es el hombre del equipo del cavallino. Simpático, educado, pero siempre con el cuchillo entre los dientes cada vez que se baja la visera. Y parece que es él quien este año puede al menos ayudar a Ferrari a no quedar detrás del RedBull Honda de Max Verstappen. Ya lo tiene a tiro de solo tres puntos.
