Cuenta Pedro Cortés, con ese gracejo valenciano que le es tan propio, cómo durante sus años de presidente del Valencia CF un socio con abono cercano al palco de Mestalla se giraba a insultarlo cada vez que el rival marcaba un gol. Aguantó como una esfinge hasta que dejó de ser presidente y entonces fue en su búsqueda para pedirle explicaciones. Y el otrora valiente salió corriendo. Veníamos por entonces de una cultura en la que los presidentes de club tenían que aguantar carros y carretas. En la España del dictadorzuelo y el sindicato vertical, en los clubes ya imperaba el sufragio universal, expresado a través de los intocables socios compromisarios, esa figura tan americana y hoy de carácter casi mítico. La asamblea elegía un presidente y éste se sometía a un plebiscito permanente. La plebe valenciana utilizaba el pulgar casi en cada partido y se llegó a abroncar a Jaume Ortí a las pocas semanas de haber hecho la mejor temporada de la historia. Con el asentamiento de la sociedad anónima, la cosa se relajó mucho. Soler, Soriano, Llorente o Salvo fueron presidentes nefastos para el Valencia, corresponsables de la demolición casi absoluta del club y, sin embargo, se fueron casi de rositas a su casa. Llorente se llevó algún pito, sí, pero considerando que saqueó el capital deportivo del equipo sin apenas aportar nada a cambio, lo suyo fue un juego de niños.

El dedo de Murthy

Ahora parece que Mestalla la tiene tomada con 'la propiedad', así, en abstracto, por cuanto el propietario apenas se muestra. El otro día los cánticos fueron sonoros, por mucho que no unánimes, como de manera inapropiada se ha dicho en algún lugar, incluido este periódico. La unanimidad la dejamos atrás hace décadas, por fortuna, y aquí funcionamos, en todo caso, por mayorías cualificadas. Reaccionó mal Anil Murthy Se equivocó. Seguramente, conocedor de lo difícil que resulta la gestión de un club como el Valencia, sigue sin entender por qué la toman con él. El gesto, insólito en una ciudad en la que los presidentes han tragado históricamente sapos y culebras, ha generado verdadera indignación y rechazo. Mucho más, de forma harto sorprendente, que gestiones que llevaron al borde de la desaparición al club. No recuerdo tanta vehemencia para exigir la dimisión de Soler, Soriano, Llorente o Salvo, cuya trayectoria fue bastante peor para el Valencia de lo que está siendo la de Lim. Vivimos en el mundo de twitter. Para muchos lo único condenable es el gesto. La esencia no existe. Lo que importa es el envoltorio, quizás porque no existe la capacidad de analizar contenidos. La sociedad de lo superficial. Como si una acción fruto de los nervios, o de una mala interpretación de una situación que le es ajena a su protagonista, tuviera más relevancia a la hora de juzgar a Meriton y su equipo que todo el trabajo que han hecho desde que llegaron a Valencia para salvar al club del comando de ineptos que lo llevaron al borde de la desaparición.

El ventajismo de Cañizares

Y luego está todo el affaire Cañizares. Todos sabemos lo que representa Cañizares. Se vio en el partido del Centenario. Uno piensa en el mejor Valencia de la historia y quien acude a la mente es él. Es, además, un tipo inteligente, articulado, no parece exfutbolista. Y ha sufrido lo peor por lo que pueda pasar una persona. Pero en todo el asunto del 'sueño de Vicky' se ha equivocado muy seriamente y ha sido ventajista. Si representa a una fundación que lucha contra el cáncer debe saber que la primera norma de las mismas es no revelar jamás a quién acuden en busca de ayuda y mucho menos hacer públicos nombres de quienes deciden no sumarse a su causa. Ningún ciudadano, ninguna empresa tiene obligación de financiar esta o aquella iniciativa de entidad alguna. Tampoco el Valencia, al que acuden docenas de ONG`s todos los años a la búsqueda de alguna colaboración. Sería, en todo caso, a los poderes públicos a los que Cañizares podría reprochar su falta de implicación en la lucha contra el cáncer cuando destinan recursos ingentes a causas cuanto menos discutibles. Pero utilizar su posición privilegiada para dirimir una batalla personal contra el presidente del Valencia CF es ventajista. Como es pura demagogia toda la campaña que se puso en marcha a raíz de sus palabras. Y acaba ensuciando el buen nombre del club cuando, para acabar de estropearlo todo, anuncia que el Real Madrid sí accede a sus propósitos ¿Era necesario dejar tan bien a la señora hija de Florentino, querido Santi? Le hace, además, un flaco favor a la fundación que apadrina, a la que habrá gente que ya ni siquiera recibirá, temerosa de que su nombre acabe ventilado en esos mentideros nacionales donde lo único que de verdad importa es que queden bien los señoritos de Madrid. Se le ha visto demasiado el plumero a Cañete.

Lo que de verdad importa

Y a todo esto, sigue habiendo gente a la que le importa de forma bastante relativa que el señor Murthy se lleve el dedo a la boca en el palco de Mestalla o que el Valencia deje de patrocinar la causa de un exfutbolista crítico con la actual propiedad del club. Un club de fútbol, recordemos. A algunos todavía les parece mucho más relevante para juzgar la gestión del Valencia CF el detenerse a repasar la calidad de los futbolistas en nómina, por ejemplo. Aquí estamos porque nos gusta el fútbol y el runrún que montan algunos nos resulta secundario. Y nos encontramos con que llegan los compromisos internacionales y media plantilla del Valencia está fuera, convocada a partidos por todo el mundo. Algo que desde luego no sucedía en las plantillas que dejaron Llorente o Salvo, donde el único internacional era Ochotorena. Y no recuerdo, por cierto, que entonces Cañizares hablase de vergüenza o elevara el tono contra gestores tan incapaces ¿Fue mejor presidente Llorente que el binomio Lim-Murthy? ¿Lo hizo mejor Salvo? ¿Dónde estaba entonces Cañizares? Es fácil precipitarse por el sendero de la demagogia, pero por ahí algunos no pasamos.