Después de muchos, demasiados, años de vagar como alma en pena por la Champions, regresó anoche en Amsterdam el gran Valencia europeo que anida en el corazón de cada uno de sus aficionados. Lo hizo en un partido en el que hubo de todo, incluida una media hora final casi agónica en la que sus futbolistas, agotados después de unas últimas semanas meteóricas y sin apenas reposo para nadie, se agarraron al triunfo como si les fuera la vida en ello. Nadie podrá discutir el valor de una clasificación labrada a golpe de carácter ganando nada menos que en casa de Chelsea y Ajax. Hay quien entra en éxtasis con eliminar al Getafe de aquella manera y ganar luego una copa del Rey. Otros creemos que eso, obtenido además con un fútbol bastante ramplón, necesariamente palidece al lado de lo vivido ayer. Tras lo que ha parecido un siglo de espera, el Valencia se ha codeado con clubes grandes de la Champions y los ha mandado a la lona.

Mil caras y un equipo

La tarea se antojaba titánica y vaya si lo fue. El rival lo intentó por tierra, mar y aire, incluyendo unos malos modos finales que echan por tierra ese fair play que le suponen los indocumentados. Holanda no deja de ser tierra de comerciantes dispuestos a todo, y todo es todo, con tal de sacar beneficio. Que le pregunten a Xabi Alonso. El Valencia aguantó bien una hora. Y lo hizo desplegando variantes en el juego que lo han convertido en un equipo impredecible. Alternó momentos de presión alta, esa que por aquí no se veía en escenarios de postín desde que Tito Bau hizo la mili en el Sáhara, con otros de contención en búsqueda de las carreras de Rodrigo. Comenzó sacando el balón desde atrás, pero tras las dos primeras pérdidas de Parejo ante unos holandeses que mordían como perros de presa y las tres meteduras de pata habituales de Diakhaby, Celades ordenó que se dejaran de tonterías y mandaran pelota arriba. Doménech se hartó de sacar de puerta como en los tiempos de Sempere y muerto el perro, se terminó la rabia.

El Ajax

Se encontró mucho más cómodo en el intercambio de golpes inicial. Atacó con pericia el costado más débil del Valencia, en el que Wass volvió a sufrir más de la cuenta y a enseñar las costuras que le conocemos. Igual que hiciera el Lille, puso a dos futbolistas siempre cerca de Parejo, que apenas pudo entrar en juego. Luego, merodeó mucho el área, tocó para aquí y para allá, encontró mejor recorrido cuando metió a un lateral más ofensivo, pero disparó casi siempre con balas de fogueo. Ziyech se llevó tal disgusto cuando vio que no jugaba Cillessen que ni se atrevió a disparar desde fuera del área. En la última media hora de asedio, tuvieron varias medio claras, pero Doménech, bastante más fiable que el supuesto portero titular del equipo, se encargó de barrer sin mayor problema lo poco que alcanzaron a meter entre los tres palos. Después, tiró de galones para que la tropa enseñara las garras.

Equipo Champions

Hasta que se quedaron sin fuerzas, los de Celades demostraron que el que los quiera mandar de vuelta a casa va a tener que ponerse las pilas. El Ajax, que juega de memoria porque ellos son así, funciona mejor como coro, pero anoche quedó claro que no dispone de solistas como Rodrigo. En la comparación con Van de Beek está una de las razones por las que al final pasó lo que pasó. Cuando el balón conseguía atravesar la línea de presión holandesa, el Valencia olía casi siempre a sangre, movía sus piezas de ataque como centellas y bien cerca estuvo el propio Rodrigo de clavar un segundo tanto que habría sido casi definitivo.

La agonía

El mérito de estos chicos es descomunal. Siguen cayendo como moscas y parece que les da igual. Pero no es así. El cambio de Gameiro impactó y de qué modo en el espíritu del equipo. Primero porque sus compañeros saben que con el francés haciendo la guardia arriba siempre puede pasar algo y segundo porque Vallejo no está, y ellos lo saben, para envites de este nivel y se mostró incapaz de aguantar con entereza un solo balón de oxigenación. Lo bien que habría venido Gómez. De manera involuntaria, todos dieron un paso atrás y abrieron la puerta al asedio holandés y al rugir de un estadio en el que más de uno se volvió a casa sin garganta. Mucho ruido y pocas nueces. Supo además el Valencia esta vez jugar con el reloj, echar mano de veteranía y dejar que el partido muriera entre algún que otro susto y el estallido final de alegría. Esto sí es de equipo grande, amigos.