Después de estrellarse en Copa e ir de mal en peor en Liga, la Champions League no trajo nada nuevo para este Valencia que ya no sabe a lo que juega. En Milán fue castigado severamente por su horrible despliegue defensivo y su todavía más lamentable falta de diligencia en ataque. Cayó con estrépito ante un Atalanta menor, en las antípodas de aquellos equipos aguerridos e imponentes que dio el fútbol italiano y perfecto ejemplo de lo mal que está el fútbol en la Serie A.

Fútbol de circo

Durante buena parte del encuentro, los italianos salían a ocasión de gol por ataque. El agujero del Valencia CF por el centro es tan grande que ya parece hasta de risa. La actitud de Soler y Kondogbia en el segundo gol local y el patético choque de trenes entre la pantera francoafricana y el famoso Papu (que apenas supera, poniéndose de puntillas, el metro y medio de altura) que precedió al tercero dan cumplida cuenta de la lamentable actitud defensiva del equipo en su conjunto. Poco se puede reprochar a la pareja de centrales de emergencia, más allá de que no tengan condiciones para una competición de este nivel, lo cual no es culpa suya. Y así, los goles fueron cayendo por absoluta incomparecencia, como si entre todos quisieran defenestrar a Jaume, que evitó unos cuantos y una goleada de escándalo.

Escopeta de feria

Estos italianos no tienen nada de tales, básicamente porque el único del equipo que luce pasaporte es el portero. El resto, una pléyade de retales recogida en rebajas por los cinco continentes. Su incapacidad para salir jugando desde atrás les generó una ocasión en contra tras otra. Pensábamos que era imposible hacerlo peor en eso que el Valencia y, una vez más, nos equivocábamos. El problema es que, robado el balón, nadie sabía cómo convertir la cosa en gol. Menos que nadie, Gómez, que otra vez, y ya van unos cuantos partidos, hizo méritos más que sobrados para pasar una temporada en el banquillo. La segunda parte fue un festival de errores defensivos italianos y meteduras de pata aún peores en el ataque valencianista.

A qué juega Celades

Que este Atalanta, que en nuestra Liga, para que nos entienda quien no viera el partido, estaría entre el Betis y la Real Sociedad, te meta cuatro es como para que te pongas a pensar, amigo Albert. Porque pudieron ser más. Ellos, además, tienen claro a lo que juegan y, con sus limitaciones, salen a morder y a buscar su hueco. Enfrente, otra vez un Valencia que no sabía si atacar o defender, que perdía todas las carreras, todos los choques, que vivía a media galaxia de distancia de Gómez, agarrado hasta la épica final a las carreras que Guedes pudiera echar solo contra el mundo. Cero patrón de juego, cero solidez defensiva, todo fiado a la improvisación de los futbolistas que, humillados por un 4-0 ante un segundón que no había estado en su historia en Champions, decidieron irse hacia adelante. El entrenador del Valencia, si alguna vez llegó a estar, se ha esfumado.

Los señalados

Pero no solo el entrenador volvió a quedar retratado. Hay futbolistas que deberían reflexionar seriamente. El primero Gómez, al que ya habíamos todos subido a los altares y que desperdició ocasiones imperdonables para un delantero del Valencia. Noches como esta son las que te ponen arriba del todo y Gómez ha demostrado que aún le falta. Tampoco estuvo bien Soler y ya empieza a preocupar. No tuvo ningún peso en el partido y le faltó hasta la chispa que siempre le caracterizó. Y lamentable, una vez más, la actitud de Geoffrey Kondogbia. Su pasividad en varios goles del rival explica mejor que cualquier palabra lo que tiene a este Valencia arrastrándose allá por donde va. Aún se ríen en Milán al pensar en la fortuna que les pagaron por él.