Parece que finalmente el Presidente del Gobierno no ha hecho caso del doctor Fali ("yo no me juego la vida ni por cinco mil millones de euros") y se ha decidido que vuelva el fútbol. En un país en el que muchos colectivos -no solo médicos y enfermeras- han seguido dando el callo, expuestos a peligros bastante más elevados que los que puedan llegar a enfrentar un grupo de deportistas de élite sometidos a tests virales y controles de salud permanentes, resultaba un agravio a la ciudadanía que los señoritos futbolistas se quedaran en sus jardines jugando a la Play Station hasta el fin de la pandemia. La capacidad de empatía de algunos, como el lince Fali, no conoce límites. Convertido en consejero áulico del presidente de la AFE, otro lince ibérico, el gaditano se resiste como gato panza arriba a volver al tajo, de donde, por ejemplo, los trabajadores de los supermercados del país no han salido en momento alguno. Gracias a ellos, por cierto, tanto el Fali como su pisha Güiza, han podido rellenar periódicamente la nevera con esas alegres bebidas para el aperitivo y la cena que tanto les gustan. La mala noticia de la vuelta al trabajo para Fali y sus pishas se ve compensada, con todo, por el hecho de que los bares parece que también regresarán a su actividad. Habrá que ver si en este caso cinco mil millones son suficientes para devolver al Fali a la barra y el rebujito. Me temo que sí. Sánchez aprieta pero por fortuna parece que no ahoga.

En Alemania, donde todo funciona mejor aunque según algunos "no se vive tan bien" -hay que preguntar qué es vivir bien para esos algunos-, ya hace tiempo que decidieron que el fútbol tenía que regresar. Primero porque los futbolistas no son diferentes a los demás, que ya están trabajando y levantando una economía destrozada por la parálisis. Segundo porque es este uno de los pocos momentos en los que el fútbol se convierte para mucha gente en algo de importancia crucial: tras largas semanas de absoluta falta de distracciones, el fútbol, que se vive en Alemania con la misma, si no superior, pasión que en España, supone un maná de valor incalculable para la psique del ciudadano medio. Y también, y que nadie se olvide, por el importante impacto económico que tiene el fútbol. Igual en Alemania que en España, no está precisamente la economía para ir renunciando a pequeñas batallas de recuperación. La canciller alemana lo ha tenido claro desde un primer momento y ha puesto en marcha todos los resortes económicos a la menor ocasión. Además, se ha dejado claro a los Falis del mundo que un caso positivo de covid-19 en absoluto paralizará la competición. Faltaría más. Quien a estas alturas no haya asumido que tendremos que convivir durante mucho tiempo, acaso para siempre, con este virus sin histerismos ni demagogias baratas es que no tiene ojos o consideración alguna por el bienestar económico -y por ende todo el otro- de su país.

Que vuelva el fútbol desarticula el entramado montado por Rubiales para dejar al Valencia fuera de Europa por decreto. Inusitada la capacidad de algunos para ser el niño en el bautizo, el novio en la boda y hasta el muerto en el entierro. Por si Rubiales y su fobia a lo valencianista fueran pocos, también Aganzo quiere salir en todas las fotos, de manera que al pobre Javier Tebas.

A Celades le van a conceder una segunda oportunidad. Había tirado por la borda la primera y llevaba a su equipo al desastre. A su edad, aunque habiendo sido futbolista no hay edad para esas cosas, es de desear que no se haya pasado estos dos meses jugando a videojuegos y haya aprovechado para aprender un poco del negocio de ser entrenador. Lo que queda de Liga va a ser un esprint a toda velocidad y, con toda la plantilla ya en condiciones, no se va a poder esconder en ninguna parte. Que se ponga las pilas.