No teman, que no voy a hablar del emérito Rey Juan Carlos, y su famosa frase dedicada a Chávez en el 2007, en una conferencia iberoamericana, sino de lo que nos trae el silencio de las gradas, por el dichoso coronavirus. Y es que tenemos ya alguna sanción por mor de esa solemnidad que existe, ahora, en los estadios.

Los exjugadores y en estos momentos directivos de la Juventus, Pavel Nedved y Fabio Paratici, han sido condenados por el juez disciplinario de la federación italiana de fútbol por haber insultado y menospreciado, respectivamente, a unos árbitros. Se trata del recién derbi entre la vecchia signora y su archienemigo doméstico, el Torino, donde la primera ganó de manera agónica. Tanto era el sufrimiento que Nedved y Paratici no paraban de criticar al trío arbitral, con palabras subidas de tono, más fuertes las del primero que las del segundo.

Pero, comoquiera que el estadio estaba vacío, ese silencio, que nos gusta llamar «atronador» (nada que ver con Paco Roig y su apodo de 'tronaor') fue un chivato para el árbitro principal, que oyó todo lo que se decía en el palco de autoridades. Con lo que, en su acta, reflejó las palabras que se dirigían a su denostada labor en el campo. Ese silencio envenenado ya no protege a quienes se creen a salvo en su acolchado palco, sino que el oído de halcón del árbitro tiene vía libre al no encontrar ningún obstáculo acústico, salvo algún quejido o grito de los jugadores. Nadie, pues, está a salvo del silbato o del bolígrafo juzgador.

A Nedved le han caído quince días de sanción sin ninguna actividad futbolística y 10.000 euros de multa y a su colega Paratici, menos vehemente en sus calificaciones al trío arbitral, solo siete días de lo primero. Puede parecer poco, pero es mucho cuando vemos que no es algo habitual y que el Covid ha permitido descubrir a alguien más que a los jugadores, en sus labores de crítica al trencilla.

Esto puede ir en aumento y las sanciones serán cada vez más graves, pero, me pregunto, ¿y si se pone a un quinto árbitro en los palcos? Con ello se podrá no solo recaudar un poco más de multas sino también quitar de en medio a quienes no son adecuados para dirigir el fútbol...

Esto es una ficción y no quisiera dar más ideas, pero esa policía arbitral quizá vea el día, alguna vez. Nos ha traído el virus unas consecuencias de todos sabidos, pero aún le quedan algunas cartas más en la manga a ese bicho, esta vez indirectamente, como ese 'silencio de los corderos', a los que el oído bien afilado del árbitro, sin nada que le impida escuchar, permite 'degollar' metafóricamente, con unas sanciones deportivas y económicas.

No es ese 'Mundo feliz' que nos prometía, o con que nos asustaba Aldous Huxley, pero se le está aproximando. Todos seremos buenos, bien intencionados, sometidos y, obviamente, felices. Pero, si llega o no esto, disfrutemos mientras de estas raras Navidades, y pensemos en algún regalo como, por ejemplo, 'Riccardino', la novela póstuma de Andrea Camilleri, en la que ajusta cuentas con su comisario Montalbano. Disfruten y cuídense.

Más opiniones de Juan de Dios Crespo.