Septiembre es el mes del «yo más». No hay amigo que se precie que no aproveche el mínimo descuido para darte el coñazo por lo bien que se lo han pasado aquí o allá, y por supuesto siempre con el «yo más» por delante. Porque si tú has estado en una playa, la del coleguita de turno era mejor; y si tú has hecho tal viaje, el suyo siempre lo superará. Lo bueno es que hay un antídoto contra el «yo más» y es el «yo menos». Porque descolocados se quedan cuando les confiesas que te has pasado todo el verano currando o, más todavía, cuando dejas caer que te pillarás las vacaciones en octubre. Se quedan en fuera de juego y sin ganas de sacar pecho. Por ello, ipso facto cambian de tercio y se ponen a hablar de fútbol.

Fue lo que me pasó ayer con un coleguita profesor a quien hacía dos meses que no veía el pelo. Antes incluso de saludarme, entró ya con la historieta de un viaje por Egipto. Pero ni tiempo le di para que me mentase una sola pirámide, porque directamente le dije: «Pues a mí, ¡vaya veranito me ha dado Dalport!». Entre resignación y curiosidad, no le quedó otra que decir: «Cuenta, cuenta». Y a renglón seguido comencé a narrarle el desconcertante verano que hemos pasado quienes nos dedicamos a informar de lo que sucede en el Valencia.

Bocadillo de tortilla, cerveza y cortado después, el relato de acontecimientos blanquinegros sirvió para darme cuenta de lo que pudo ser y, visto como quedó el patio, por suerte no fue. Porque lo que menos esperaba mi apreciado profesor era que sus alumnos vistieran en la vuelta al cole la camiseta del Valencia del Guaje o de Silva; como tampoco daba crédito (nunca mejor dicho) a que antes incluso de inaugurarse el curso escolar se haya suscrito la ampliación de capital de 92 millones... y encima palmó el domingo y no vio el Valencia-Sevilla. A l´altra, tornes a Egipto.