Fetichismo

Una mallorquina sustrae la silla donde se acababa de sentar Felipe VI en un restaurante de Palma

El Rey comió el martes en la Vermutería San Jaime del Paseo Mallorca

Matías Vallés

Los mallorquines no se han caracterizado históricamente por ejercer el fetichismo con los objetos vinculados a la Familia Real, que este verano cumple su medio siglo ininterrumpido de veraneos en Marivent. Sin embargo, toda regla tiene su excepción, y una ciudadana mallorquina asegura haber sustraído la silla donde se acababa de sentar Felipe VI en un restaurante de Palma.

Los hechos se remontan al mediodía del pasado martes, uno de los más tórridos del verano. Felipe VI y sus acompañantes se sentaron con intención de comer en el restaurante con terraza porticada Vermutería San Jaime, situado en el Paseo Mallorca y tan popular con su actual denominación como con la anterior de La Cuchara.

Miguel Carrió Adrover, propietario de la Vermutería San Jaime, confirma a preguntas de este diario con gran amabilidad que "en efecto, el Rey vino a comer ayer (por el martes). Como era un día de mucho calor, eligieron cosas sanitas y fresquitas". El menú estuvo dominado por las ensaladas, y los clientes disfrutaron de la reunión a su entera satisfacción. Por la relevancia posterior en la historia, se sentaron en las sillas con componentes de madera, metal y mimbre en el asiento y respaldos que definen al restaurante, con su característico tono bicolor.

Mientras Felipe VI disfrutaba de los platos en compañía de sus amigos, ni los comensales ni los escoltas se apercibieron de una mallorquina que paseaba por los alrededores y que se quedó cautivada al contemplar al monarca. En su propia versión de los hechos, aguardó a que la comitiva real abandonara el local para coger la silla donde se había aposentado el Jefe del Estado, a fin de trasladarla a su casa. La foto que acompaña este texto se corresponde exactamente con el trono ocasional utilizado por Felipe VI en el restaurante palmesano, una vez instalado en el domicilio de la persona que lo conserva actualmente. Siempre, por supuesto, en la versión de la autora de los hechos.

Este periódico también preguntó ayer por la noche a Miguel Carrió si había notado la desaparición de una silla en el establecimiento de su propiedad, con posterioridad a la visita del Rey. El restaurador se mostró lógicamente sorprendido por la cuestión. Señaló que no había notado específicamente la ausencia, y al indicarle que una persona afirmaba haber retirado el asiento regio, aclaró que "si pasó y falta la silla, no lo sé, no lo puedo decir".

Las pruebas que ofrece la mallorquina que dice haber trasladado la silla del Rey a su vivienda gozan de la credibilidad suficiente para sustentar el relato. Aunque teme que su actuación fuera captada por las cámaras de los alrededores, asegura que los empleados del local no se percataron en ningún momento de su acción, que a lo sumo habría motivado la extrañeza de algún cliente. En todo caso, se mantiene en que la silla adjunta, coincidente en todo con el mobiliario de Vermutería San Jaime de Palma, sirvió de asiento a Felipe VI durante una cálida comida del primer día de agosto, lo cual le otorga sin duda un valor histórico.

En cuanto a la motivación de una acción no exenta de riesgos, por verificarse a plena luz del día y de cara al público, la mujer asegura que no tenía ninguna necesidad material del objeto, pero que deseaba compartir una silla donde antes se había sentado el Rey, estableciendo así una especie de parentesco.

Después de esperar cautelosamente a que los comensales abandonaran el local y de proceder a su acción, la persona que se ha apropiado de la silla también señala su confianza en que este mueble le aporte buena fortuna. Pocos mallorquines han depositado una fe tan acentuada en las virtudes de la monarquía.