Si hablamos de fútbol y de futbolistas es prácticamente imposible que cuatro, tres o incluso dos personas coincidan en todo. Cada aficionado y hasta se podría decir que cada directivo del fútbol lleva dentro un entrenador o un director deportivo y el consenso, por tanto, nace necesariamente de la discrepancia. Eso es algo que a estas alturas debe tener muy claro el presidente del Valencia y de ahí que Llorente no quiera que se repita una situación como la que se dio en el Valencia CF con Quique y Carboni, de efectos devastadores para la entidad, o como la que él mismo vivió en su día con Benítez y Suso García Pitarch. Aquello no llegó a influir negativamente en la marcha del equipo, pero terminó como todos sabemos.

Pero a juzgar por sus propias palabras —«si Emery y Fernando no lo están, yo los pondré de acuerdo», o algo parecido— queda algún pequeño detalle por pulir en el modelo. Por naturaleza, al consenso se llega a base de aplicar el diálogo y la razón, no tanto la fuerza. Llorente, aunque pocos como él saben tan bien lo que se llevan entre manos, a base de insistencia al final consiguió poner de acuerdo en una cosa a Suso y a Benítez: después de tirarse los trastos entre ellos, logró que terminaran aliándose precisamente contra él —y los dos terminaron fuera—. Ahora juega con ventaja. A la inestimable experiencia adquirida se añade que ni Emery es Quique o Rafa Benítez ni Fernando tiene mucho que ver con Suso o Carboni. Aún así, mejor las cosas claras desde el principio. Consenso es acuerdo. Si uno de los dos se la traga, eso no es consenso.